Bueno, nada más y nada menos que el capítulo 5. Si lo subo hoy, es porque estoy segurísima de que no podré meterme al blog hasta el próximo viernes, y no quería dejaros sin capítulo.
Capítulo 5: El Desfile de Tributos
-¡Auch!-. Chillo.
-Ya casi terminamos, el último y pasamos a la siguiente
fase-. Dice Arceni, la mujer que se encarga de arreglarme para el Desfile de
Tributos.
Lleva más de tres horas aquí, arrancándome el pelo de todo
el cuerpo: axilas, piernas... y es solo lo primero, porque al rato no sé qué
más me van a hacer.
Siento el dolor de la última cinta que me arranca hasta el
último pelo que me quedaba de las piernas. Ahora me baña con menjunjes
asquerosos, me corta y pinta las uñas, cepilla mi cabello y muchas cosas más
que no acabaría de mencionarlas todas hoy.
Cuando finalmente termina conmigo, lo único que dice es:
-¡Perfección! ¡Excelente! ¡Qué buen trabajo! Ahora, tu
vestido, iré por tu estilista.-. Aj, como me molesta su ridículo acento del
Capitolio.
Después, regresa con un hombre, alto, pero no parece del
Capitolio, lo único: trae las uñas de las manos pintadas de un dorado muy
brillante. Su vestimenta es un simple traje negro que hace juego con sus ojos
color café oscuro.
-Bueno, creo que iré desnuda, ¿no?-. Él se río.
-¿Pero de que estás hablando?, ¿quién me crees?, No voy a
hacer eso, quiero hacerte lucir, no quiero que te vean como prostituta-. Dice,
y, de alguna manera, su comentario me alivia.
-¿Ah, no? Entonces, ¿Cómo me veré?-. Pregunte, esperando que
no contestara que traería puesto un traje hecho de carbón que tendría que
encender en llamas, porque temo terminar prendida en fuego y asarme en
barbacoa.
-Bueno, todos los estilistas hemos decidido vestir a
nuestros tributos de una manera similar a la que fueron vestidos sus padres
vencedores en sus juegos, así que… algo relacionado con fuego será lo tuyo.
¡Pum! ¡Seré antorcha humana! ¡Adiós mundo cruel!
Debo de tener cara de preocupada, porque lo siguiente que
dice mi estilista, lo hace entre risitas:
-Tranquila niña, no serás antorcha humana- ¿Cómo me leyó en
pensamiento?-. Quiero hacerte relucir, y he pensado en, un vestido de piedras
preciosas: rojas, amarillas y azules. La luz se reflejara en ellas y tú… ¡Pum!
Envuelta en llamas, como tu madre. Nadie te olvidará, ni tu nombre, ni tu
apariencia: Kayla Mellark, la Niña en Llamas.
¿Niña en Llamas?, ¿cómo la Chica en Llamas? Bueno, mientras
más espectacular me vea, más patrocinadores obtendré para salvar a Will, ojalá
fuera tan fácil como parece… Pero el lado bueno: una carga menos, ya no tendré
que preocuparme por patrocinadores… ¿o sí?
-Bueno, este es tu vestido-. Dice, sacando de la bolsa negra
que traía en la mano su contenido.
Era un hermoso vestido azul con diminutas y casi invisibles
piedras preciosas de color rojo, azul y amarillo, pero solo en la parte de
abajo. Agradezco a mi estilista, que al parecer se llama Ethan, y luego le doy
un abrazo, se ha abierto paso a mi corazón, y eso que no llevo ni una hora de
conocerlo, pero algo en el interior me dice que él es de fiar, y que debo de
confiar en él. Me ayuda a ponérmelo, y me doy cuenta de que ha de pesar el
vestido unos veinte kilos como máximo, ¿será por las piedras? Me pregunto si mi
hermano llevará una vestimenta parecida a la mía.
-Bueno, aún falta un poco de rato para que vayamos e inicie
el Desfile, por mientras, ¿te apetece hablar?
-¿Por qué eres tan amable?, Me refiero a, no te ves feliz
con esto de los juegos, y me tratas bien.
-Bueno, pues tú me agradas, y no me agrada la idea del
regreso de los juegos, créeme, si estuviera en mis manos, intentaría sacarlos
de los juegos pero, como me es imposible, solo puedo decirte que, aunque no me
dejen apostar, si pudiera, apostaría por ti.
-¿En serio?, ¿por qué? De todos modos moriré si quiero sacar
a mi hermano de aquí.
-Mh… ya verás, pero, bueno, háblame de ti, ¿Cómo era tu vida
en el 12?
-Feliz, genial, encantadora. La vida más feliz que me puedo
imaginar. A veces llevaba a mi hermano al bosque, o iba de caza con mi madre o
mi amigo, Luke. Es un viejo amigo mío, el mejor, para expresarlo mejor, lo
conozco desde que tengo memoria, es la persona a la que le he confiado todos
mis secretos.
Me pongo a contarle mi vida en el Distrito 12, y presta delicada
atención que pareciera que puede romperse con un simple tocón. Cuando termino,
dice que mi vida no podía ser mejor, y que la suerte, no estaba de mi parte.
De alguna manera, su último comentario: <<Pero creo
que la suerte, no está ahora de tu parte>> me molestó mucho, porque algo
similar a eso dicen sobre los Juegos del Hambre <<Y que la suerte, esté
siempre, siempre, de vuestro parte>>
Me da un beso en la frente, y vamos a un nivel inferior,
donde hay algo parecido a un corral, hay trece carros, jalados por dos caballos
cada uno. Cada uno pertenece a un distrito, el del Distrito 12, tiene caballos
negros, y hay llamas pintadas a los costados del carruaje. Acaricio a uno de
los caballos y le echo un mejor vistazo a <<el corral>> así decidí
llamar este lugar: hay unas grandes puertas negras después de una subida,
cuando se abran, los carros comenzarán a moverse y a salir, y todos los verán.
Noto un nudo en el estómago.
-¿Un azucarillo?-. Oigo detrás de mí, y sé que es Finnick.
Viste muy sexy en
verdad: una falda hecha de redes y una corona de oro con un gran tridente al
frente. Bueno, su estilista ha encontrado perfectamente su estilo: es sexy lo
mires por donde lo mires. Cuando me suelta un: “te ves guapa” yo me sonrojo,
pero él me dice que es solo un cumplido y que es la verdad, que opaco al sol y
que, seré la tributo más sexy de los juegos, comentario que hace que me sonroje
aún más, y él se va a colocar a su carro, porque los del 1 ya están saliendo.
Cuando van saliendo los del 11, Will y yo subimos a nuestro
carro, que comienza a moverse. La vestimenta de Will se parece a la mía: Un
traje que consiste en una camisa y un short completamente azules, como
diminutas piedras azules, amarillas y rojas al final del short y al cuello de
la camisa, como una capa.
Nuestro carro comienza a avanzar y, cuando las luces se
reflejan en nuestro hermoso y azul vestuario, una capa de fuego falso nos
envuelve, pero no parece falso, parece más real que el fuego real. No siento
calor, ni cosquilleo, y veo que toda la audiencia se vuelve hacia nosotros,
hacia el carro de los tributos del Distrito 12.
En el carro del Distrito 13, se vuelve la gente, porque los
tributos van tomados de la mano, pero eso no nos eclipsa, porque cada vez el fuego
de nuestra vestimenta se vuelve más fuerte y la gente se impresiona. Puedo
sentir detrás de mí las miradas de los tributos del 13, que me asechan a mi
hermano y a mí. Tal vez su distrito odie a los Juegos del Hambre y al Capitolio
más que cualquier otro distrito, pero hay que tomar en cuenta que les gusta
lucirse, porque su vestimenta consiste en un vestido y un traje que están
hechos de oro, y tienen plasmado un martillo de oro con fuego en diferentes
tonos de rojo y naranja al pecho.
Hefesto, dios del fuego. Un dios griego. Representan la
fuerza del 13, aunque, eso le queda más a los tributos del Distrito 2, ya que
con sus muy excelentes construcciones, la fuerza es algo que siempre tienen de
sobra, aunque ellos vienen vestidos de otra manera igual de buena: la chica,
con un vestido de tela de oro de manga larga que parece estar ardiendo, casi
como el mío, pero no tan real y, el chico, Tristan, trae un traje igual, con
tela de oro y diamantes que hacen que parezca envolverlo la lava, aunque no sé cómo
ha logrado su estilista ese efecto, pero eso no le resta sorpresa a mi cara.
Veo que las mujeres del público rugen al ver a Finnick
semidesnudo montado en su carro, supongo que, su estilista crea que mientras más
Finnick vea la audiencia, mejor, porque vaya que el chico es guapo, y más
porque en este mismo instante, una antorcha se refleja en su corona, dando la
ilusión de que se crea fuego. Esto del fuego ya se está gastando demasiado, que
yo recuerde, solo mis padres llevaron fuego en sus Desfiles de Tributos, pero
vaya que los estilistas están trillando mucho el tema del fuego.
Los carros se van deteniendo cuando llegan al círculo de la
ciudad, y, cuando se detienen, el fuego que aparentaban los trajes de los
tributos que los llevaban puestos, se apaga, cuando nuestro carro se detiene,
también nuestro fuego.
-Creí que terminaría convertido en antorcha humana cuando el
fuego se encendió sobre nosotros, Kayla. Pero solo sentí un ligero cosquilleo,
menos mal-. Oigo decir a Will, de quien yo ya me había olvidado.
-Bienvenidos, damas, tributos y caballeros ¡A los
Septuagésimos Séptimos Juegos anuales del Hambre!-. Grita Asrield desde el
balcón en el que está.
Las cámaras, que hacía un momento nos enfocaban, ahora
enfocan a Asrield desde su balcón, las luces van hacía él, y lo puedo ver
mejor: Se ha teñido el cabello de un dorado intenso, un traje blanco
reluciente, pestañas y unas pintadas de un plateado tan resplandeciente, que
juraría que sueltan brillo propio.
Para distraerme de su discurso que tanto me irrita, le echo
una miradita a los vestuarios de los demás tributos: Distrito 1: trajes
plateados a rebosar de joyas y unas coronas de diamantes blancos; Distrito 2, vestuarios
con cables que de vez en cuando sueltan brillitos; Distrito 5, bueno, se ven
bien, vestuarios plateados con imágenes de rayos que sueltan fuego, me pregunto
si Gael se está quemando. Ojalá… le echo un vistazo rápido a los demás
tributos: vestidos de pan, granos y un montón de cosas más…
Unas manos me toman por la cintura y me bajan del carro
mientras oigo que me felicitan.
-Bueno, han trillado demasiado la idea del fuego, debí de
haberme buscado otra estrategia, pero bueno, estuvieron espectaculares, muy
buena tu cara fría y superior, eh Kayla-. Dice Ethan.
Me doy cuenta de que desde que entre en el Circuito de la
Ciudad, no quite ni por un momento mi cara de chica ruda y fría, hasta ahora,
que le dedico una sonrisa y un abrazo.
Cuando nos llevan a nuestras habitaciones, lo primero que
hago es darme un baño, ponerme el pijama rosa y encender el televisor. Ya está
al aire el Desfile de Tributos, veo que muchas observan a Finnick, y debo decir
que en sus brillantes ojos azules, se reflejaba una de las antorchas, y
destacaba muchísimo. Me gusta.
Ya ahí, en ese momento aparece nuestro carro, la gente vocea
mi nombre y el de Will a coros, casi, casi que la están cantando. Parezco firme
y fría: ni una sonrisa, con un enorme aire de superioridad ante todo y todos,
mirando hacia el frente como una estatua, tan inmóvil como una roca.
No me gusta para nada. Me hubiera gustado verme rebelde,
como los del 13, que en algún momento del Desfile de Tributos, se toman de las
manos y las levanta: el toque justo de rebeldía. Ahora ellos me opacan.
Me pregunto que dirá mi madre sobre mí: en las entrevistas,
lo más rebelde que podía verme: ahora, como una mascota que el Capitolio ha
domado en cuestión de pocos días. Ahora no tengo cabeza para pensar en nada de
eso, mañana inician los Juegos del Hambre, ¿dónde nos soltarán?, ¿saldré de la
Cornucopia con vida y con Will con vida también?, ¿cuánto sobreviviré en las
arenas?, ¿Quiénes serán los finalistas?
Tantas preguntas me rondan por la cabeza que decido apagar
el televisor y dormirme.