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sábado, 2 de agosto de 2014

No, no me he ido

Lo sé, si, perdon. Sé que las personas lo abandonan sus blog por meses y luego vuelven, pero por favor, les pido perdon, con eso de las vacaciones no he tenido mucho tiempo de escribir capítulos o publicar entradas, pero no se preocupen que no vuelve a pasar, pronto aquí estara su siguiente capitulo y no dejare el blog abandonado por mas tiempo, se los prometo. Esta entrada era solo para avisarles que no me he ido, este blog SIGUE ACTIVO, NO DEJEN DE LEERME. Por favor, no quieran enviarme a otra tierra por no haber dado señales de vida, pero estaba ocupada (divirtiendome).
Muchos besos y los veo pronto.

jueves, 12 de junio de 2014

pagina de personajes

Esta entrada, es para avisarles sobre la página de personajes, pagina donde se describen a todos y cada uno de los personajes de esta historia. La pagina ira creciendo conforme le pongamos cara a los personajes y, hasta ahora, nuestro único personaje, es Ailar: la chica tributo del Distrito 4. Por los personajes, no se preocupen que ya pronto les pondre cara pero, por mientras tendrán que imaginarselos porque no se me ha ocurrido ningun actor perfecto. Besos.








capitulo 6

Hola queridos tributos. Si se preguntan porque publico capítulo hoy, y no es viernes, es porque comenzaré a publicarlos los jueves, creo que es un mejor día y la verdad que estoy menos ocupada que los viernes. Les aviso que, por problemas de blogger, quitare todas las encuestas del blog ya que aparece así: votos: 0. Y no tiene sentido tener las encuestas así, por eso, cada vez que quiera saber su opinión, se los avisaré por medio de una entrada. ¿ok?

Capítulo 6: Los Juegos

Ethan me recoge muy temprano. Me saluda y luego salimos al tejado de la cúpula, donde un aerodeslizador nos deja caer unas escaleras para subir allá. Cuando toco la escalera, una corriente me recorre el cuerpo y ya no me puedo mover. Cuando estoy dentro del aerodeslizador, una mujer me coloca en el brazo mi dispositivo de seguimiento y luego suben a Ethan.

Nos sentamos en una mesa circular con un gran banquete. Me sirvo y como todo lo que puedo hasta que ya no me cabe nada más.

Después de dos horas, todo se oscurece.

-Hemos llegado-. Dice Ethan.

-¿A dónde?-. Pregunto.

-A la parte de abajo del estadio. Ahí te lanzaran a las arenas.

El aerodeslizador aterriza y una mujer nos conduce a una pequeña habitación. No hay mucho ahí: una mesa circular con dos sillas y un círculo de metal.

Ethan me ayuda a ponerme el traje de las arenas: una cálida y gruesa blusa de manga larga; unos pantalones color caqui; una chamarra gruesa y unas botas para terreno nevado.

-Nieve-. Susurro.

-Eso supongo. Hará mucho frío por la noche. Lo sé por el traje.
-Solo espero no congelarme. No quiero morir así.

-Recuerda cuál es tu prioridad: sacar a Will de la Cornucopia. No te metas en el baño de sangre.

Entonces, nos avisan que ya es hora.

-Recuerda: aunque no se me permita apostar, si pudiera… apostaría por ti.

Abrazo a Ethan y luego subo al círculo de metal: un cristal me separa de Ethan. Después de unos segundos, el cilindro se eleva. Se detiene.

59, 58, 57… ¡Boom!

Se oye una explosión. Suena un cañonazo. Todos los tributos nos volvemos hacia el mismo lado: uno de los veintiséis círculos de metal ha explotado. Después de un breve humo, aparece una estrellita de madera. La chica del 8. Ella traía esa estrella en los entrenamientos prendida a su camiseta.

Me limpio de la mejilla la sangre que me cayó después de la explosión.
22, 21, 20…

Observo bien las arenas. Todo está cubierto de nieve. Tres montañas rodean la Cornucopia. Con líneas imaginarias diría que las montañas forman un triángulo.

De mi lado izquierdo está el chico del Distrito 9, de mi lado derecho la chica del 11. No veo a Will, así que supongo que estará del otro lado de la Cornucopia porque tampoco lo veo.
15, 14, 13…

No puedo salir de aquí sin nada, tendré que cruzar la Cornucopia para llegar a Will, puedo aprovechar para tomar algo de la Cornucopia pero… ¿Podré salir con Will a mi lado? No hay tiempo para pensar.

3, 2, 1…

Salgo disparada hacia la Cornucopia. ¿Será buena idea? Veo a Finnick frente a mí: me lanza una mochila y me grita que huya. Voy lo más rápido que puedo hacia donde está Will, lo tomo en brazos y salgo corriendo de allí. He sobrevivido a la Cornucopia; he salvado a Will; he conseguido provisiones, pero no salve a Finnick. ¿Sobrevivirá a la Cornucopia sin ayuda, o se aliará con los profesionales?, ¿Saldrá con vida del baño de sangre? Me gustaría ir con él y traerlo conmigo, pero no puedo regresar, no puedo arriesgarme por él, tengo que salvar a Will, debo sacarlo de aquí con vida.

Choco con una piedra y caigo sobre la nieve, al igual que Will.
-Bueno, ¿Qué hay en la mochila?

Como ya nos hemos alejado un poco de la Cornucopia, me siento al lado de Will y abro la mochila: un saco de dormir; un tupper; un cuchillo; un gotero con yodo; una botella; una bolsa con seis manzanas y un cuchillo. ¿Habrá puesto Finnick el cuchillo? Que yo sepa, en las mochilas de la Cornucopia no hay armas, esas las tienes que pelear en la Cornucopia. Algo dentro de mí, me dice que Finnick es de fiar, que no significa ningún peligro para mí. Me ha ayudado hoy. Meto todo en la mochila y me la cuelgo.

-Sigamos, Will. Hay que encontrar un refugio.

Mientras caminamos, Will recoge piedras de entre la nieve y luego las lanza y estas se entierran en la nieve.

Después de unas cuantas horas caminando, comenzamos a oír los cañonazos.

Cuento diez. Once muertos en total. Como deseo que la cara de Gael aparezca en el cielo esta noche, aunque, esa no es una opción.  Si la batalla en la Cornucopia ha terminado, los otros tributos deben de estar esparcidos por el bosque. Me alegro de llevarles horas de ventaja. Caminamos veinte minutos más y nos encontramos con un arroyo.

-Agua-. Susurro.

Menos mal. Habría sido horrible morir deshidratada. Lleno la botella con el agua del arroyo, echo con el yodo la cantidad de gotas necesarias para purificarla, espero lo que creo que es el tiempo necesario y luego le doy la botella a Will para que beba algo. Lleva horas sin tomar agua y los niños se deshidratan más rápido. Después de él, bebo un poco de agua y luego la lleno de nuevo.

Caminamos unos metros más y Will dice:

-¿Puedo jugar en esta cueva al lobo feroz?

-¿Cueva?- Camino hasta donde está Will y veo la cueva.- ¡Will, eres un genio!-. Sonrío.

La cueva no es muy profunda, aquí cabemos ambos a la perfección y hasta nos sobra más espacio. Meto a Will en la cueva y luego me meto yo. Apenas entra luz, nadie nos encontrará aquí. Dos problemas resueltos: agua y refugio. Creí que sería más dificil esto que cazar. Eso es lo que nos falta. Comida. Las manzanas no nos durarán mucho. Tendré que ir a cazar pronto, pero hoy no. Ya ha oscurecido, no falta mucho para que anochezca y las caras de los tributos muertos aparezcan. ¿Quiénes habrán muerto? ¿Quiénes han sobrevivido? ¿Finnick ha muerto o sigue con vida? ¿Qué habrá pasado con él después de que me dio la mochila? Intento recordar que paso después de eso, pero solo me acuerdo de su cara preocupada tirándome la mochila y gritándome que corra. Aún recuerdo sus palabras: «¡Corre Kayla! ¡Corre, vete!»

Pienso que, si no me hubiera dado la mochila, seguramente me habría metido en el baño de sangre y Will habría muerto. Will, o yo, o ambos. Los dos habríamos muerto esos es lo más seguro.

«Gracias Finn…» Susurro para mis adentros.

Saco de la mochila el saco de dormir y meto a Will en él. Debe de estar exhausto. Un día entero de puro caminar cansa a cualquiera.

-Se está calientito aquí-. Dice, antes de quedarse dormido.
Oigo que suena el himno, y sé que ya ha iniciado.

Salgo de la cueva tan rápido como puedo y miro al cielo. La primera cara está a punto de salir. Llegue justo a tiempo. Once muertos: el chico de 3; la del 5; los dos del 6, 7 y 8 y 11 y el del 9.

Guau, lo de la chica del 13 no me lo esperaba, la consideraba una profesional por cómo era en los entrenamientos. Siento la muerte de los del 7: Peter y Vyolett. Tributos que conocí. Peter me mostró sobre cuchillos; Vyolett sobre hachas. Pienso que, de haber estado en otras circunstancias, todos habríamos sido muy buenos amigos. Bueno, la mayoría aunque, no culpo a nadie aquí de comportarse como lo hace: culpo al Capitolio, porque ellos nos enviaron aquí. Ellos son los culpables de lo que suceda en la arena. Corro el peligro de llorar. Sé que a nadie le gustaría patrocinar a alguien que llora porque uno de sus compañeros tributos ha muerto. Me meto en la cueva y me acurruco dentro del saco al lado de Will, y poco a poco me quedo dormida.

-¡Kayla! ¡Kayla!- Susurra Will-. Mira ese conejo blanco.

Persigo con la mirada su dedo y veo que es a lo que le está apuntando: un conejo tan blanco como la nieve que pisa. Esta atorado, no hay forma de que se me escape.

Salgo de la cueva lo más silenciosamente que puedo con el cuchillo en la mano derecha y el tupper en la izquierda. El conejo intenta huir de donde está pero su pata atorada no le es de gran ayuda estando atrapada en un montón de matorrales bajo la nieve.
-Mi suerte no puede ser mejor.

Tomo el cuchillo y mato al conejo.

¿Me arriesgo a prender un fuego? Eso sería como agitar una bandera blanca y gritar: «¡Vengan por mí!» Pero… no pienso darle a Will un conejo crudo para comer y, además no creo que venga nadie que esté en la Cornucopia, eso significaría dejar desprotegidas sus provisiones y, con lo que paso en los setenta y cuatro Juegos del Hambre, cuando mi madre acabo con la comida de los profesionales con un par de fogatas y tres flechas, dudo que cualquiera en la Cornucopia venga por mí. Los profesionales deben de estar en la Cornucopia, eran los únicos aliados, y, de todos modos, Gael no vendrá, creerá que los profesionales vienen en camino y los dejará acabar conmigo. Que tonto.

Camino durante una hora y, cuando me doy cuenta de que ya no veo la cueva, me pongo manos a la obra y enciendo una pequeña fogata donde cocino el conejo. No me convenzo de que nadie vendrá, así que, cuando me aseguro de que el conejo está bien cocinado, lo meto rápido en el tupper y salgo corriendo sin siquiera haber apagado la fogata. Si tengo razón y alguien viene por el torpe tributo que ha prendido la fogata, estaría muerta, de no haberme ido.

Ahora comienzo a preguntarme si dejar encendida la fogata habrá sido buena idea. No creo haberles dado una pista de mi ubicación, ¿cómo haría eso dejando una fogata encendida como única pista? No creo que me estén siguiendo, tal vez estén de camino a la fogata. Sí, si fue buena idea dejarla encendida, un señuelo perfecto.

Cuando llego a la cueva, estoy cansada de tanto correr, pero aun así me meto lo más rápido que puedo en la cueva.

-¿A dónde fuiste?-. Pregunta Will.

Lo veo tumbado en el saco de dormir, mirando fijamente al techo de la cueva y las gritas que sobresalen de ahí.

Suena un cañonazo.

El sonido me sobresalta y hace que Will se levante de un salto.

-¿Qué fue eso?-. Pregunta otra vez.

-B… bueno, nada, pero no te preocupes por ello-. Contesto mientras deposito en sus manos el tupper con el conejo.

Tomo dos pedazos y le doy el más grande a Will, que se lo come y veo que le ha encantado. Me acuerdo que a veces, cuando llevaba conejos a la casa después de un largo día de caza, mi padre cocinaba unos cuantos. A Will le fascinaban. Creo que no soy tan mala cocinera como cuando tenía doce años y quería aprender a cocinar: deje unos huevos en la estufa durante unos minutos mientras iba al baño y, cuando regrese, todo estaba negro.

-Mm… delicioso-. Me saca de mis pensamientos la dulce voz de mi hermano.

Me pregunto quién habrá muerto. ¿A qué tributo pertenece el cañonazo que Will y yo oímos hace unos segundos? No sé porque, pero sospecho que mi pequeña y peligrosa fogata tuvo algo que ver.








jueves, 5 de junio de 2014

capitulo 5

Bueno, nada más y nada menos que el capítulo 5. Si lo subo hoy, es porque estoy segurísima de que no podré meterme al blog hasta el próximo viernes, y no quería dejaros sin capítulo.




Capítulo 5: El Desfile de Tributos

-¡Auch!-. Chillo.
-Ya casi terminamos, el último y pasamos a la siguiente fase-. Dice Arceni, la mujer que se encarga de arreglarme para el Desfile de Tributos.
Lleva más de tres horas aquí, arrancándome el pelo de todo el cuerpo: axilas, piernas... y es solo lo primero, porque al rato no sé qué más me van a hacer.
Siento el dolor de la última cinta que me arranca hasta el último pelo que me quedaba de las piernas. Ahora me baña con menjunjes asquerosos, me corta y pinta las uñas, cepilla mi cabello y muchas cosas más que no acabaría de mencionarlas todas hoy.
Cuando finalmente termina conmigo, lo único que dice es:
-¡Perfección! ¡Excelente! ¡Qué buen trabajo! Ahora, tu vestido, iré por tu estilista.-. Aj, como me molesta su ridículo acento del Capitolio.
Después, regresa con un hombre, alto, pero no parece del Capitolio, lo único: trae las uñas de las manos pintadas de un dorado muy brillante. Su vestimenta es un simple traje negro que hace juego con sus ojos color café oscuro.
-Bueno, creo que iré desnuda, ¿no?-. Él se río.
-¿Pero de que estás hablando?, ¿quién me crees?, No voy a hacer eso, quiero hacerte lucir, no quiero que te vean como prostituta-. Dice, y, de alguna manera, su comentario me alivia.
-¿Ah, no? Entonces, ¿Cómo me veré?-. Pregunte, esperando que no contestara que traería puesto un traje hecho de carbón que tendría que encender en llamas, porque temo terminar prendida en fuego y asarme en barbacoa.
-Bueno, todos los estilistas hemos decidido vestir a nuestros tributos de una manera similar a la que fueron vestidos sus padres vencedores en sus juegos, así que… algo relacionado con fuego será lo tuyo.
¡Pum! ¡Seré antorcha humana! ¡Adiós mundo cruel!
Debo de tener cara de preocupada, porque lo siguiente que dice mi estilista, lo hace entre risitas:
-Tranquila niña, no serás antorcha humana- ¿Cómo me leyó en pensamiento?-. Quiero hacerte relucir, y he pensado en, un vestido de piedras preciosas: rojas, amarillas y azules. La luz se reflejara en ellas y tú… ¡Pum! Envuelta en llamas, como tu madre. Nadie te olvidará, ni tu nombre, ni tu apariencia: Kayla Mellark, la Niña en Llamas.
¿Niña en Llamas?, ¿cómo la Chica en Llamas? Bueno, mientras más espectacular me vea, más patrocinadores obtendré para salvar a Will, ojalá fuera tan fácil como parece… Pero el lado bueno: una carga menos, ya no tendré que preocuparme por patrocinadores… ¿o sí?
-Bueno, este es tu vestido-. Dice, sacando de la bolsa negra que traía en la mano su contenido.
Era un hermoso vestido azul con diminutas y casi invisibles piedras preciosas de color rojo, azul y amarillo, pero solo en la parte de abajo. Agradezco a mi estilista, que al parecer se llama Ethan, y luego le doy un abrazo, se ha abierto paso a mi corazón, y eso que no llevo ni una hora de conocerlo, pero algo en el interior me dice que él es de fiar, y que debo de confiar en él. Me ayuda a ponérmelo, y me doy cuenta de que ha de pesar el vestido unos veinte kilos como máximo, ¿será por las piedras? Me pregunto si mi hermano llevará una vestimenta parecida a la mía.
-Bueno, aún falta un poco de rato para que vayamos e inicie el Desfile, por mientras, ¿te apetece hablar?
-¿Por qué eres tan amable?, Me refiero a, no te ves feliz con esto de los juegos, y me tratas bien.
-Bueno, pues tú me agradas, y no me agrada la idea del regreso de los juegos, créeme, si estuviera en mis manos, intentaría sacarlos de los juegos pero, como me es imposible, solo puedo decirte que, aunque no me dejen apostar, si pudiera, apostaría por ti.
-¿En serio?, ¿por qué? De todos modos moriré si quiero sacar a mi hermano de aquí.
-Mh… ya verás, pero, bueno, háblame de ti, ¿Cómo era tu vida en el 12?
-Feliz, genial, encantadora. La vida más feliz que me puedo imaginar. A veces llevaba a mi hermano al bosque, o iba de caza con mi madre o mi amigo, Luke. Es un viejo amigo mío, el mejor, para expresarlo mejor, lo conozco desde que tengo memoria, es la persona a la que le he confiado todos mis secretos.
Me pongo a contarle mi vida en el Distrito 12, y presta delicada atención que pareciera que puede romperse con un simple tocón. Cuando termino, dice que mi vida no podía ser mejor, y que la suerte, no estaba de mi parte.
De alguna manera, su último comentario: <<Pero creo que la suerte, no está ahora de tu parte>> me molestó mucho, porque algo similar a eso dicen sobre los Juegos del Hambre <<Y que la suerte, esté siempre, siempre, de vuestro parte>>
Me da un beso en la frente, y vamos a un nivel inferior, donde hay algo parecido a un corral, hay trece carros, jalados por dos caballos cada uno. Cada uno pertenece a un distrito, el del Distrito 12, tiene caballos negros, y hay llamas pintadas a los costados del carruaje. Acaricio a uno de los caballos y le echo un mejor vistazo a <<el corral>> así decidí llamar este lugar: hay unas grandes puertas negras después de una subida, cuando se abran, los carros comenzarán a moverse y a salir, y todos los verán. Noto un nudo en el estómago.
-¿Un azucarillo?-. Oigo detrás de mí, y sé que es Finnick.
Viste muy sexy en verdad: una falda hecha de redes y una corona de oro con un gran tridente al frente. Bueno, su estilista ha encontrado perfectamente su estilo: es sexy lo mires por donde lo mires. Cuando me suelta un: “te ves guapa” yo me sonrojo, pero él me dice que es solo un cumplido y que es la verdad, que opaco al sol y que, seré la tributo más sexy de los juegos, comentario que hace que me sonroje aún más, y él se va a colocar a su carro, porque los del 1 ya están saliendo.
Cuando van saliendo los del 11, Will y yo subimos a nuestro carro, que comienza a moverse. La vestimenta de Will se parece a la mía: Un traje que consiste en una camisa y un short completamente azules, como diminutas piedras azules, amarillas y rojas al final del short y al cuello de la camisa, como una capa.
Nuestro carro comienza a avanzar y, cuando las luces se reflejan en nuestro hermoso y azul vestuario, una capa de fuego falso nos envuelve, pero no parece falso, parece más real que el fuego real. No siento calor, ni cosquilleo, y veo que toda la audiencia se vuelve hacia nosotros, hacia el carro de los tributos del Distrito 12.
En el carro del Distrito 13, se vuelve la gente, porque los tributos van tomados de la mano, pero eso no nos eclipsa, porque cada vez el fuego de nuestra vestimenta se vuelve más fuerte y la gente se impresiona. Puedo sentir detrás de mí las miradas de los tributos del 13, que me asechan a mi hermano y a mí. Tal vez su distrito odie a los Juegos del Hambre y al Capitolio más que cualquier otro distrito, pero hay que tomar en cuenta que les gusta lucirse, porque su vestimenta consiste en un vestido y un traje que están hechos de oro, y tienen plasmado un martillo de oro con fuego en diferentes tonos de rojo y naranja al pecho.
Hefesto, dios del fuego. Un dios griego. Representan la fuerza del 13, aunque, eso le queda más a los tributos del Distrito 2, ya que con sus muy excelentes construcciones, la fuerza es algo que siempre tienen de sobra, aunque ellos vienen vestidos de otra manera igual de buena: la chica, con un vestido de tela de oro de manga larga que parece estar ardiendo, casi como el mío, pero no tan real y, el chico, Tristan, trae un traje igual, con tela de oro y diamantes que hacen que parezca envolverlo la lava, aunque no sé cómo ha logrado su estilista ese efecto, pero eso no le resta sorpresa a mi cara.
Veo que las mujeres del público rugen al ver a Finnick semidesnudo montado en su carro, supongo que, su estilista crea que mientras más Finnick vea la audiencia, mejor, porque vaya que el chico es guapo, y más porque en este mismo instante, una antorcha se refleja en su corona, dando la ilusión de que se crea fuego. Esto del fuego ya se está gastando demasiado, que yo recuerde, solo mis padres llevaron fuego en sus Desfiles de Tributos, pero vaya que los estilistas están trillando mucho el tema del fuego.
Los carros se van deteniendo cuando llegan al círculo de la ciudad, y, cuando se detienen, el fuego que aparentaban los trajes de los tributos que los llevaban puestos, se apaga, cuando nuestro carro se detiene, también nuestro fuego.
-Creí que terminaría convertido en antorcha humana cuando el fuego se encendió sobre nosotros, Kayla. Pero solo sentí un ligero cosquilleo, menos mal-. Oigo decir a Will, de quien yo ya me había olvidado.
-Bienvenidos, damas, tributos y caballeros ¡A los Septuagésimos Séptimos Juegos anuales del Hambre!-. Grita Asrield desde el balcón en el que está.
Las cámaras, que hacía un momento nos enfocaban, ahora enfocan a Asrield desde su balcón, las luces van hacía él, y lo puedo ver mejor: Se ha teñido el cabello de un dorado intenso, un traje blanco reluciente, pestañas y unas pintadas de un plateado tan resplandeciente, que juraría que sueltan brillo propio.
Para distraerme de su discurso que tanto me irrita, le echo una miradita a los vestuarios de los demás tributos: Distrito 1: trajes plateados a rebosar de joyas y unas coronas de diamantes blancos; Distrito 2, vestuarios con cables que de vez en cuando sueltan brillitos; Distrito 5, bueno, se ven bien, vestuarios plateados con imágenes de rayos que sueltan fuego, me pregunto si Gael se está quemando. Ojalá… le echo un vistazo rápido a los demás tributos: vestidos de pan, granos y un montón de cosas más…
Unas manos me toman por la cintura y me bajan del carro mientras oigo que me felicitan.
-Bueno, han trillado demasiado la idea del fuego, debí de haberme buscado otra estrategia, pero bueno, estuvieron espectaculares, muy buena tu cara fría y superior, eh Kayla-. Dice Ethan.
Me doy cuenta de que desde que entre en el Circuito de la Ciudad, no quite ni por un momento mi cara de chica ruda y fría, hasta ahora, que le dedico una sonrisa y un abrazo.
Cuando nos llevan a nuestras habitaciones, lo primero que hago es darme un baño, ponerme el pijama rosa y encender el televisor. Ya está al aire el Desfile de Tributos, veo que muchas observan a Finnick, y debo decir que en sus brillantes ojos azules, se reflejaba una de las antorchas, y destacaba muchísimo. Me gusta.
Ya ahí, en ese momento aparece nuestro carro, la gente vocea mi nombre y el de Will a coros, casi, casi que la están cantando. Parezco firme y fría: ni una sonrisa, con un enorme aire de superioridad ante todo y todos, mirando hacia el frente como una estatua, tan inmóvil como una roca.
No me gusta para nada. Me hubiera gustado verme rebelde, como los del 13, que en algún momento del Desfile de Tributos, se toman de las manos y las levanta: el toque justo de rebeldía. Ahora ellos me opacan.
Me pregunto que dirá mi madre sobre mí: en las entrevistas, lo más rebelde que podía verme: ahora, como una mascota que el Capitolio ha domado en cuestión de pocos días. Ahora no tengo cabeza para pensar en nada de eso, mañana inician los Juegos del Hambre, ¿dónde nos soltarán?, ¿saldré de la Cornucopia con vida y con Will con vida también?, ¿cuánto sobreviviré en las arenas?, ¿Quiénes serán los finalistas?

Tantas preguntas me rondan por la cabeza que decido apagar el televisor y dormirme.

sábado, 31 de mayo de 2014

capítulo 4

Perdón por no haber publicado ayer, pero he estado muy ocupada, en fin, aquí está el capítulo 4 que está tan atrasado.


Capítulo 4: La Sesión Privada



Estoy en una sala gris, con los demás tributos, donde esperaremos a que llegue nuestro turno para la sesión privada con los Vigilantes.

Es mi oportunidad. Esta es mi oportunidad de sacar una alta calificación e impresionar a los patrocinadores porque, vamos, nadie querrá patrocinar a una chica furiosa que no tiene fuerza. Apenas inician a llamar a los tributos, primero van las chicas, veo que Imerald, la del 1, apenas va entrando en la sala donde están los Vigilantes.

Veo a los demás tributos: muchos tranquilos, otros nerviosos y otros ni siquiera se preocupan, ya que han perdido la esperanza. Finnick está a mi lado, y Will también.

-Bueno, ¿y qué hacemos aquí?-. Pregunta Will.
-Bueno, verás, cuando digan tu nombre, entrarás allí, y habrá varias personas vestidas de blanco que te observarán, puedes pintarte la mano y mostrarles que tan bueno eres camuflándote. Eso es todo, Will-. Le contesto.

Will se queda pensando, sobre cómo podrá camuflarse, y veo que Finnick también anda en las mismas, solo que él no va a camuflarse, quizá use su habilidad con el tridente, o ate nudos, o algo más que no me haya mostrado que sabe hacer…

Mientras Finnick piensa, yo intento averiguar que piensan hacer los demás tributos, qué habilidad le mostrarán a los Vigilantes. Mientras más pienso, veo que comienza a dolerme la cabeza, y que todos los tributos me observan, y veo porque: tengo las manos apretando mi cabeza con fuerza.

-¿Estás bien?-. Pregunta Finnick.
-Sí, solo que, no sé qué les mostraré allí dentro.
-No creas que eres la única Kayla. Yo ando en las mismas, no sé ni que les mostraré. Por lo menos tengo la ventaja de ser uno de los primeros tributos que entrará, no estarán tan aburridos, y con suerte me otorgarán un ocho-. Ríe Finnick, y veo que lo dice en serio.

Aj, él tiene razón. ¡Siempre tiene la razón! Sé que tengo problemas, graves, graves, graves problemas, soy una de los últimos tributos que pasarán a mostrarle sus habilidades a los Vigilantes, estarán aburridos y querrán irse a casa, seguro que ni siquiera la mitad de ellos me estará observando. Vaya que sacar a Will de las arenas, será muchísimo más difícil de lo que yo creí. Dificil pero no imposible.

Me pasan por el cerebro cientos de imágenes de mí cazando en el bosque, haciendo trampas… soy muy hábil, pero eso, ya lo he mostrado en los entrenamientos, ¿a quién diablos le sorprendería verme haciendo algo que yo ya he mostrado?

Entonces, pienso en que harán las demás chicas. Me las imagino bailándoles a los Vigilantes en un tubo casi sin ropa. ¿Harán eso? A los Vigilantes solo les interesa una cosa en los tributos: carácter. Y vaya que se debe tener demasiado carácter para que ellas hagan eso que estoy pensando. Es una idea ridícula, y no sacarían más de un ocho, ya que la mitad de los Vigilantes son mujeres, pero, sacarían una calificación que las marcaría como profesionales.

Por un lado, sacar una mala calificación está mal, muy mal, porque ahuyentan a los posibles patrocinadores y tienen menores posibilidades de sobrevivir, pero, por otro lado, si sacas una muy alta calificación, tendrás a todos los tributos detrás de ti como perritos falderos. Es obvio que ambas opciones tienen un lado malo y un lado bueno. El lado bueno de que te saques una baja calificación, es que ningún tributo te prestará atención, aunque no lo tienes garantizado, la mala, que ahuyentas a los posibles patrocinadores.

<<¿Qué voy a hacer? ¿Qué cosa puede impresionar a los Vigilantes?>> Pienso.

Me quedo con los ojos perdidos mientras pienso.

¡Es imposible! ¡Imposible pensar en qué demonios le puedo mostrar a los Vigilantes! Podría usar los cuchillos, ¡pero soy un asco con ellos! Podría mostrarles lo mucho que sé sobre plantas, hacer fuego o hacer trampas ¡pero ya se los he mostrado a ellos en los entrenamientos! Estoy perdida sin duda. Mi única alternativa sería bailarles. Pero no lo haré. Porque me queda la suficiente sensatez como para no hacer eso, además, nadie en su sano juicio (excepto las que desesperadamente desean sacar una alta calificación con los Vigilantes) haría eso. ¿O sí?

-Oh, no te esfuerces demasiado, más preocúpate por que mañana inician los juegos-. Oigo a Finnick decir.

¡Los juegos! Ya se me había olvidado, aunque a eso le restó importancia en este momento y me pongo a pensar en qué demonios haré mañana, porque no puedo quedarme a pelear en la Cornucopia y dejar a Will sin protección, obviamente, eso no es una opción para mí si deseo sacarlos de la arena con vida. Tengo que pensar en un plan bien detallado, no tengo muchas opciones.

Opción uno: Meterme en la Cornucopia, luchar por unas cuantas cosas e ir con Will, que ya estará o asustado por lo que ve, o muerto por culpa de mía.

Opción dos: Ir corriendo por mi hermano sin tener nada con que defendernos o alimentarnos y luego buscar a Finnick para que nos ayude.

Opción tres: Atravesar la Cornucopia, tomar lo primero que vea (por más mínimo que sea) e ir con Will e irme con él en brazos camino al bosque.

Opto por la opción tres, no me metería a luchar en la Cornucopia y dejar a Will a su suerte; no me atrevería a pedirle ayuda a Finnick, considerando que seremos enemigos en los juegos, y él estará buscando mi sangre y yo la suya; en ese caso, la opción tres me parece la mejor opción, no le pediría ayuda a nadie, no me arriesgaría a que mi hermano muriera, y obtendría refugio y que no apareciera mi cara o la de mi hermano en el cielo esa noche.

Me alivia haber encontrado una solución a unos de mis cientos de problemas; al menos, ya no tengo que preocuparme por lo que haré mañana en la Cornucopia. Pero aún me quedan millones de problemas: qué haré para impresionar a los Vigilantes; como me mantendré siempre tan alejada de Gael, porque, seamos honestos: cuando la audiencia comience a aburrirse, tendrán que encontrarles algo con que entretenerlos, y que mejor entretenimiento que ver como se muere la hija de Katniss Everdeen: o, por lo menos, que tanto logran herirla.

De repente, dejo de preocuparme por Will, Gael y por mí, y comienzo a preocuparme por Finnick: ¿Qué será de él en las arenas?, ¿cuánto sobrevivirá?, ¿y si se muere en el baño de sangre inicial?, ¿será mejor que se muera lo antes posible, para no tener que verme en la necesidad de matarlo yo, o será mejor que sobreviva hasta el final, porque creo que me estoy enamorando de él?

¿Será?, ¿será que el chico del tridente, está llamando mi atención, y quiero que sea más que mi amigo? No… ¿o sí? No… ¿o sí? No… ¡¿O sí?! Intento encontrarle sentido a mis pensamientos, lo más seguro es que yo esté muy agradecida con Finnick, y no quiero ser yo la que tenga que matarlo, porque él me agrada, además, es la única persona en este mundo que le queda a su madre: Annie Cresta. No sería tan cruel como para quitarle a Annie, que es una vieja amiga de mis padres, todo lo que tiene. Sí, sin duda no quiero matar a Finnick por eso. Creo que es mejor que se muera en el baño de sangre inicial…

-Finnick Odair-.

Una voz robótica llama a Finnick, y veo como se levanta de su asiento y se va hasta las puertas, preparándose para impresionar a los Vigilantes. ¿Qué hará?

-¡Ya sé! ¡Me voy a pintar para que parezca que soy una roca!-. Me susurra Will al oído.

¡Guau! Hasta mi hermano menor ya sabe qué hará para impresionar a los Vigilantes, mientras que yo, que soy diez años mayor que él, no tengo ni idea de lo que haré estando allí dentro. Tal vez debería dejarlo a la suerte: hacer lo que sea, y que el destino elija lo mejor para mí. Sin duda, la suerte, no ha formado parte de mi destino últimamente: estoy en los juegos del hambre; Finnick está aquí conmigo; mi hermano participará también; y, para colmo, no sé qué hacer para conseguir patrocinadores.

<<Bueno, acéptalo Kayla. Estás en el hoyo, en el hoyo más profundo que existe, hundida en todos los problemas que puedes cargar, y hasta más…>> Pienso.

Detrás de mí, oigo a un par de tributos hablando:

-Bueno, yo voy a usar el hacha.
-Oh, ni siquiera sabes cómo usarla.
-No es necesario, les mostraré que soy tan mala con el hacha, que no tendrán que darme una alta calificación, y los demás tributos creerán que soy una enclenque.

Nadie creería eso, la chica que habla, es Moira, la del 6, la chica que atravesó a un maniquí con una lanza. Sé que pocos vimos eso, pero eso de la llorica débil, no le queda a ella, además, se ve que es fuerte, nadie le creería ese teatrito de niñita débil, ni siquiera yo.

-Bueno, creo que es una excelente estrategia Moira, pero no te queda.
-Ya lo veremos.

Y termina su conversación. Una estrategia nada inteligente.

-Kayla Mellark-. Dice una voz robótica, media hora después de que se fue el chico del Distrito 11.
Me levanto de mi asiento, dejando atrás a Will, con los del Distrito 13 como su única compañía. Estoy dentro de la sala donde están los Vigilantes, con todas las puertas cerradas, y solo ellos y yo dentro.

Bueno, hace un rato creía que solo estarían aburridos y un poco ebrios, pero ahora veo lo equivocada que estaba: al menos, un cuarto de ellos están super ebrios, otro cuarto de ellos, atiborrándose del gran banquete, al menos la mitad me nota.

Inicio con algo sencillo: me pongo un rato a mostrarles lo buena que soy haciendo trampas; les muestro como arraso en la prueba de plantas comestibles; durante ocho minutos me dedico a golpear sacos de box hasta que las manos me quedan rojas; fabrico algunos nudos y, al final, voy hasta el puesto de tiro con arco.

Elijo el de metal, que es el que más usaba en los entrenamientos, tomo el carcaj con las flechas a juego, tenso la cuerda, coloco una flecha, apunto a mi objetivo y disparo. La flecha da justo en el corazón, y yo sonrío, pero un cuarto de ellos ni siquiera me ha notado. Disparo unas cuantas veces más, hasta que uno de ellos, finalmente me dice:

-Bien, señorita Everdeen. Puede retirarse.

Y me retiro.

Me siento furiosa, la mayoría de ellos me observaba, eso es bueno, pero no estaban ni cerca de estar impresionados, y un cuarto de ellos, bueno, eso es otra historia, estaban tan ebrios que ni siquiera me notaban mientras cantaban esa canción de piratas. Me quito el traje de entrenamiento y me meto en la tina durante tres horas, pensando en que odio a los Vigilantes y que ni siquiera me hallan notado. Me pregunto si así les pasó a los últimos doce tributos. Mi única alegría, es que estarán tan aburridos, que dudo que le presten algo de atención a los tributos del Distrito 13, y también me alegra que tal vez no le presten atención a mi hermano, porque si se camufla, seguramente le darían un siete como máximo, aunque sé que los tributos no se preocuparían, es mejor prevenir que lamentar, ¿no?

Cuando finalmente termino mi larga ducha, me pongo una bata, me pongo el pijama, cepillo mi cabello y me lanzo a la cama mientras con el control remoto enciendo el televisor que está pegado en la pared en frente de mi cama. Seguramente ya estarán anunciando nuestras calificaciones en la televisión.

No me equivoco. Veo a Asrield y Nestor, que apenas están bromeando, antes de dar a conocer nuestras calificaciones. Así permanecen durante diez minutos, hasta que deciden dejar de hacernos perder el tiempo, y nos dan nuestras calificaciones, aunque solo me quedo con algunas de ellas: como siempre, los de los Distritos 1 y 2, están en el rango de 9-10; Del Distrito 4, Finnick ha conseguido un 10; del Distrito 5, Gael y Cristel, obtuvieron un 10; los demás tributos, están en rango de 5-7, incluido mi hermano. Y yo, bueno, me sorprende mi calificación: 10.

La verdad es que yo me esperaba un 9 como máximo, pero me alegro. Sello del Capitolio, música y fin del programa.

Antes de dormirme, una voz robótica, anuncia:

-Tributos, tal vez crean que mañana iniciarían los juegos, pero, para hacer que los recuerden, hemos decidido hacerles un desfile, para que nadie olvide los setenta y siete juegos del hambre, ni a sus tributos. Mañana serán recogidos a primera hora para arreglarlos, después de ese Desfile, al día siguiente, tendrán inicio los Juegos.


Y el silencio vuelve.