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jueves, 5 de junio de 2014

capitulo 5

Bueno, nada más y nada menos que el capítulo 5. Si lo subo hoy, es porque estoy segurísima de que no podré meterme al blog hasta el próximo viernes, y no quería dejaros sin capítulo.




Capítulo 5: El Desfile de Tributos

-¡Auch!-. Chillo.
-Ya casi terminamos, el último y pasamos a la siguiente fase-. Dice Arceni, la mujer que se encarga de arreglarme para el Desfile de Tributos.
Lleva más de tres horas aquí, arrancándome el pelo de todo el cuerpo: axilas, piernas... y es solo lo primero, porque al rato no sé qué más me van a hacer.
Siento el dolor de la última cinta que me arranca hasta el último pelo que me quedaba de las piernas. Ahora me baña con menjunjes asquerosos, me corta y pinta las uñas, cepilla mi cabello y muchas cosas más que no acabaría de mencionarlas todas hoy.
Cuando finalmente termina conmigo, lo único que dice es:
-¡Perfección! ¡Excelente! ¡Qué buen trabajo! Ahora, tu vestido, iré por tu estilista.-. Aj, como me molesta su ridículo acento del Capitolio.
Después, regresa con un hombre, alto, pero no parece del Capitolio, lo único: trae las uñas de las manos pintadas de un dorado muy brillante. Su vestimenta es un simple traje negro que hace juego con sus ojos color café oscuro.
-Bueno, creo que iré desnuda, ¿no?-. Él se río.
-¿Pero de que estás hablando?, ¿quién me crees?, No voy a hacer eso, quiero hacerte lucir, no quiero que te vean como prostituta-. Dice, y, de alguna manera, su comentario me alivia.
-¿Ah, no? Entonces, ¿Cómo me veré?-. Pregunte, esperando que no contestara que traería puesto un traje hecho de carbón que tendría que encender en llamas, porque temo terminar prendida en fuego y asarme en barbacoa.
-Bueno, todos los estilistas hemos decidido vestir a nuestros tributos de una manera similar a la que fueron vestidos sus padres vencedores en sus juegos, así que… algo relacionado con fuego será lo tuyo.
¡Pum! ¡Seré antorcha humana! ¡Adiós mundo cruel!
Debo de tener cara de preocupada, porque lo siguiente que dice mi estilista, lo hace entre risitas:
-Tranquila niña, no serás antorcha humana- ¿Cómo me leyó en pensamiento?-. Quiero hacerte relucir, y he pensado en, un vestido de piedras preciosas: rojas, amarillas y azules. La luz se reflejara en ellas y tú… ¡Pum! Envuelta en llamas, como tu madre. Nadie te olvidará, ni tu nombre, ni tu apariencia: Kayla Mellark, la Niña en Llamas.
¿Niña en Llamas?, ¿cómo la Chica en Llamas? Bueno, mientras más espectacular me vea, más patrocinadores obtendré para salvar a Will, ojalá fuera tan fácil como parece… Pero el lado bueno: una carga menos, ya no tendré que preocuparme por patrocinadores… ¿o sí?
-Bueno, este es tu vestido-. Dice, sacando de la bolsa negra que traía en la mano su contenido.
Era un hermoso vestido azul con diminutas y casi invisibles piedras preciosas de color rojo, azul y amarillo, pero solo en la parte de abajo. Agradezco a mi estilista, que al parecer se llama Ethan, y luego le doy un abrazo, se ha abierto paso a mi corazón, y eso que no llevo ni una hora de conocerlo, pero algo en el interior me dice que él es de fiar, y que debo de confiar en él. Me ayuda a ponérmelo, y me doy cuenta de que ha de pesar el vestido unos veinte kilos como máximo, ¿será por las piedras? Me pregunto si mi hermano llevará una vestimenta parecida a la mía.
-Bueno, aún falta un poco de rato para que vayamos e inicie el Desfile, por mientras, ¿te apetece hablar?
-¿Por qué eres tan amable?, Me refiero a, no te ves feliz con esto de los juegos, y me tratas bien.
-Bueno, pues tú me agradas, y no me agrada la idea del regreso de los juegos, créeme, si estuviera en mis manos, intentaría sacarlos de los juegos pero, como me es imposible, solo puedo decirte que, aunque no me dejen apostar, si pudiera, apostaría por ti.
-¿En serio?, ¿por qué? De todos modos moriré si quiero sacar a mi hermano de aquí.
-Mh… ya verás, pero, bueno, háblame de ti, ¿Cómo era tu vida en el 12?
-Feliz, genial, encantadora. La vida más feliz que me puedo imaginar. A veces llevaba a mi hermano al bosque, o iba de caza con mi madre o mi amigo, Luke. Es un viejo amigo mío, el mejor, para expresarlo mejor, lo conozco desde que tengo memoria, es la persona a la que le he confiado todos mis secretos.
Me pongo a contarle mi vida en el Distrito 12, y presta delicada atención que pareciera que puede romperse con un simple tocón. Cuando termino, dice que mi vida no podía ser mejor, y que la suerte, no estaba de mi parte.
De alguna manera, su último comentario: <<Pero creo que la suerte, no está ahora de tu parte>> me molestó mucho, porque algo similar a eso dicen sobre los Juegos del Hambre <<Y que la suerte, esté siempre, siempre, de vuestro parte>>
Me da un beso en la frente, y vamos a un nivel inferior, donde hay algo parecido a un corral, hay trece carros, jalados por dos caballos cada uno. Cada uno pertenece a un distrito, el del Distrito 12, tiene caballos negros, y hay llamas pintadas a los costados del carruaje. Acaricio a uno de los caballos y le echo un mejor vistazo a <<el corral>> así decidí llamar este lugar: hay unas grandes puertas negras después de una subida, cuando se abran, los carros comenzarán a moverse y a salir, y todos los verán. Noto un nudo en el estómago.
-¿Un azucarillo?-. Oigo detrás de mí, y sé que es Finnick.
Viste muy sexy en verdad: una falda hecha de redes y una corona de oro con un gran tridente al frente. Bueno, su estilista ha encontrado perfectamente su estilo: es sexy lo mires por donde lo mires. Cuando me suelta un: “te ves guapa” yo me sonrojo, pero él me dice que es solo un cumplido y que es la verdad, que opaco al sol y que, seré la tributo más sexy de los juegos, comentario que hace que me sonroje aún más, y él se va a colocar a su carro, porque los del 1 ya están saliendo.
Cuando van saliendo los del 11, Will y yo subimos a nuestro carro, que comienza a moverse. La vestimenta de Will se parece a la mía: Un traje que consiste en una camisa y un short completamente azules, como diminutas piedras azules, amarillas y rojas al final del short y al cuello de la camisa, como una capa.
Nuestro carro comienza a avanzar y, cuando las luces se reflejan en nuestro hermoso y azul vestuario, una capa de fuego falso nos envuelve, pero no parece falso, parece más real que el fuego real. No siento calor, ni cosquilleo, y veo que toda la audiencia se vuelve hacia nosotros, hacia el carro de los tributos del Distrito 12.
En el carro del Distrito 13, se vuelve la gente, porque los tributos van tomados de la mano, pero eso no nos eclipsa, porque cada vez el fuego de nuestra vestimenta se vuelve más fuerte y la gente se impresiona. Puedo sentir detrás de mí las miradas de los tributos del 13, que me asechan a mi hermano y a mí. Tal vez su distrito odie a los Juegos del Hambre y al Capitolio más que cualquier otro distrito, pero hay que tomar en cuenta que les gusta lucirse, porque su vestimenta consiste en un vestido y un traje que están hechos de oro, y tienen plasmado un martillo de oro con fuego en diferentes tonos de rojo y naranja al pecho.
Hefesto, dios del fuego. Un dios griego. Representan la fuerza del 13, aunque, eso le queda más a los tributos del Distrito 2, ya que con sus muy excelentes construcciones, la fuerza es algo que siempre tienen de sobra, aunque ellos vienen vestidos de otra manera igual de buena: la chica, con un vestido de tela de oro de manga larga que parece estar ardiendo, casi como el mío, pero no tan real y, el chico, Tristan, trae un traje igual, con tela de oro y diamantes que hacen que parezca envolverlo la lava, aunque no sé cómo ha logrado su estilista ese efecto, pero eso no le resta sorpresa a mi cara.
Veo que las mujeres del público rugen al ver a Finnick semidesnudo montado en su carro, supongo que, su estilista crea que mientras más Finnick vea la audiencia, mejor, porque vaya que el chico es guapo, y más porque en este mismo instante, una antorcha se refleja en su corona, dando la ilusión de que se crea fuego. Esto del fuego ya se está gastando demasiado, que yo recuerde, solo mis padres llevaron fuego en sus Desfiles de Tributos, pero vaya que los estilistas están trillando mucho el tema del fuego.
Los carros se van deteniendo cuando llegan al círculo de la ciudad, y, cuando se detienen, el fuego que aparentaban los trajes de los tributos que los llevaban puestos, se apaga, cuando nuestro carro se detiene, también nuestro fuego.
-Creí que terminaría convertido en antorcha humana cuando el fuego se encendió sobre nosotros, Kayla. Pero solo sentí un ligero cosquilleo, menos mal-. Oigo decir a Will, de quien yo ya me había olvidado.
-Bienvenidos, damas, tributos y caballeros ¡A los Septuagésimos Séptimos Juegos anuales del Hambre!-. Grita Asrield desde el balcón en el que está.
Las cámaras, que hacía un momento nos enfocaban, ahora enfocan a Asrield desde su balcón, las luces van hacía él, y lo puedo ver mejor: Se ha teñido el cabello de un dorado intenso, un traje blanco reluciente, pestañas y unas pintadas de un plateado tan resplandeciente, que juraría que sueltan brillo propio.
Para distraerme de su discurso que tanto me irrita, le echo una miradita a los vestuarios de los demás tributos: Distrito 1: trajes plateados a rebosar de joyas y unas coronas de diamantes blancos; Distrito 2, vestuarios con cables que de vez en cuando sueltan brillitos; Distrito 5, bueno, se ven bien, vestuarios plateados con imágenes de rayos que sueltan fuego, me pregunto si Gael se está quemando. Ojalá… le echo un vistazo rápido a los demás tributos: vestidos de pan, granos y un montón de cosas más…
Unas manos me toman por la cintura y me bajan del carro mientras oigo que me felicitan.
-Bueno, han trillado demasiado la idea del fuego, debí de haberme buscado otra estrategia, pero bueno, estuvieron espectaculares, muy buena tu cara fría y superior, eh Kayla-. Dice Ethan.
Me doy cuenta de que desde que entre en el Circuito de la Ciudad, no quite ni por un momento mi cara de chica ruda y fría, hasta ahora, que le dedico una sonrisa y un abrazo.
Cuando nos llevan a nuestras habitaciones, lo primero que hago es darme un baño, ponerme el pijama rosa y encender el televisor. Ya está al aire el Desfile de Tributos, veo que muchas observan a Finnick, y debo decir que en sus brillantes ojos azules, se reflejaba una de las antorchas, y destacaba muchísimo. Me gusta.
Ya ahí, en ese momento aparece nuestro carro, la gente vocea mi nombre y el de Will a coros, casi, casi que la están cantando. Parezco firme y fría: ni una sonrisa, con un enorme aire de superioridad ante todo y todos, mirando hacia el frente como una estatua, tan inmóvil como una roca.
No me gusta para nada. Me hubiera gustado verme rebelde, como los del 13, que en algún momento del Desfile de Tributos, se toman de las manos y las levanta: el toque justo de rebeldía. Ahora ellos me opacan.
Me pregunto que dirá mi madre sobre mí: en las entrevistas, lo más rebelde que podía verme: ahora, como una mascota que el Capitolio ha domado en cuestión de pocos días. Ahora no tengo cabeza para pensar en nada de eso, mañana inician los Juegos del Hambre, ¿dónde nos soltarán?, ¿saldré de la Cornucopia con vida y con Will con vida también?, ¿cuánto sobreviviré en las arenas?, ¿Quiénes serán los finalistas?

Tantas preguntas me rondan por la cabeza que decido apagar el televisor y dormirme.

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