Hacía
veinte años el capitolio había sido destruido, hacía veinte años que los juegos
habían sido destruidos y ya nadie moría de hambre. Veinte años habían pasado
desde la muerte de tantos seres queridos; Cinna, Prim, Finnick… pero con el
tiempo, hasta las peores heridas son capaces de sanar. Todo había acabado, todo
lo malo se había ido. La vida daba esperanzas de un futuro mejor, un futuro sin
capitolio, sin miedo, sin juegos… Cinco años exactamente tardó Peeta en
convencer a Katniss para tener hijos, hasta que lo logró. La primera, fue una
niña. Una hermosa niña de hermosos ojos azules como Peeta y largo cabello negro
como Katniss. Diez años después, nació William (Will).
Hacía
casi trece años que Katniss y Gale no se veían, y las cosas iban iguales, Gale
estaba en el dos y Katniss en el doce, nunca se veían. Un día, Katniss fue a
dar una de sus giras de Sinsajo con todos sus familiares (incluso su madre) por
todo Panem, cuando visitó el distrito dos, vio a Gale y le sonrío inmediatamente,
él se fue de ahí de inmediato. Katniss y
su familia se quedarían en el distrito 2 durante una semana.
Un
día, la madre de Katniss salió a comprar algo para su pequeña nieta, en el
camino, se encontró con Gale. “¿Sabes? Ella te necesita” Le dijo.
“No,
ella no me necesita, sólo necesita estar alejada de mí. Verme le causaría mucho
dolor. Y no quiero lastimar más a Catnip.” Dijo Gale. “Vamos Gale, Katniss no
te odia por lo que sucedió hace tantos años. Está solo, enojada, confundida, te
necesita Gale. No te alejes de ella.”
“Sí
no me odia, ¿Por qué lo aparenta?” Le pregunto. “Las apariencias engañan Gale,
detrás de un “te odio” hay un “te necesito” Le dijo. Finalmente, la madre de
Katniss convenció a Gale y ambos fueron al Edificio de Justicia del distrito 2,
lugar donde estarían Katniss y su familia. A Katniss le fascino ver nuevamente
a Gale, cuando le confesó que tenía una hija, Gale entristeció, pero se alegró
porque la felicidad de Catnip era lo que más le importaba en ese entonces,
cuando le dijo que estaba esperando un hijo, él solamente contesto:
-Me
alegra que seas feliz Catnip.
Habían
pasado cinco desde la muerte de tanta gente. Pero también habían pasado cinco
años desde que para Katniss lo era todo felicidad, felicidad que le daba su
amada hija. Una pequeña niña cuyas sonrisas hacían que Katniss sonriera
también, cuyos hermosos ojos azules llenos de vida y esperanza le recordaban a
Katniss que ahora todo era diferente, que los juegos del hambre se habían ido y
que jamás volverían a asustarla. Al sentirla dentro de ella, Katniss tenía
miedo, miedo que pudo ser curado solamente cuando por fin sostuvo a su pequeña
en brazos. Para Katniss todo cambio cuando su hija nació, la amaba más que a
nada en el mundo, la niña era dulce, hermosa, amable y encantadora, todo el
distrito la quería, era una pequeña cuyas sonrisas hacían sonreír a Katniss
hasta en los días más tristes en los que las pesadillas la atormentaban. Sí,
sin duda aquella pequeña a la que todo aquel que la conocía le era imposible no
quererla cambió por completo la vida de Katniss, porque ella hizo que Katniss
sintiera que podía vivir, vivir sin miedos, solo con felicidad. Katniss no
imaginaba una vida mejor, al menos hasta que su segundo hijo, Will llegará al
mundo diez años después del nacimiento de su primera pequeña hija, quien ya
tenía diez añitos. Todos los recuerdos y momentos felices que Katniss tenía,
serían recordados en aquel libro al que ella llamaba “El Libro De Los
Recuerdos” libro donde cada recuerdo atesorado que tenía Katniss era guardado
con amor. Sin duda esos años fueron los mejores años que Katniss pudo haber
vivido.
Hacía
veinte años que la vida era una hermosa vida llena de hermosos recuerdos. La
tristeza se había ido, el miedo también, y los juegos del hambre habían
terminado por completo, ahora todo era felicidad, al menos, hasta el día en que
los televisores de Panem, se encendieron para dar una triste noticia.
-Bienvenidos,
bienvenidos amigos a la televisión del nuevo capitolio. O, algo así. ¿Qué?
¿Creyeron habernos acabado por completo? Que equivocados estaban. Me pregunto
cómo la habrán pasado durante estos veinte años sin juegos. ¿Tú qué crees tú
Asrield?
-Bueno,
hayan sido esos tiempos buenos o malos se acabó. Ojala esperen con tantas
ansías como yo estos juegos, porque dentro de una semana, veintiséis niños, dos
de cada distrito irán a las arenas. Oh, pero no serán niños cualesquiera sino
¡hijos de vencedores amigos!
-Ahahaha,
me apostaría los calcetines a que eso no se lo esperaban. Con estos juegos
borraremos los antiguos del mapa, nuevos peligros, menos ayudas, todo será más
largo y doloroso. Me encanta sin duda.
-Bueno,
espero que nuestros tributos sepan cómo sobrevivir sin ayudas porque no las
tendrán. Como sabrán, nuestro querido capitolio no tiene habitantes, por lo que
no hay ayudas, y tampoco nos molestamos en conseguirles mentores, queremos que
estos juegos sean más peligrosos, largos, e incluso más dolorosos.
-Bueno,
¿Qué les parece conocer los nombres de nuestros tributos? Del distrito 1,
Imerald y Jasper; del distrito 2, Soren y Tristan; del distrito 3, Rosalie y
Erik; del distrito 4, Ailar y… uh, creo que este chico será adorado por todos
¡Finnick!; del distrito 5, Cristel y Gael; del distrito 6, Moira y Conner; del
distrito 7, Peter y Vyolett; del distrito 8, Lillen y Aidan; del distrito 9, Zafrina
y Jake; del distrito 10, Sawyer y Amaril; del distrito 11, Simon y Quiara; del
distrito 12… bueno, nunca fue nuestra intención llevar hermanos a las arenas,
pero, el 12 no nos deja de otra así que, del distrito 12, Kayla y Will Mellark;
y, finalmente, del distrito 13, Liam y Kaethe.
-Bueno,
siendo eso todo, ¡Felices juegos del hambre! ¡Y que la suerte, este siempre,
siempre de su lado!-. Entonces el televisor se apaga.
Katniss
rompe en llanto de inmediato. Todo por lo que había luchado, había sido
destruido en unos pocos años, sentía en ese momento que se derrumbaba por
completo, le habían quitado a lo que más amaba en su vida, a sus hijos, y eso
era una herida que ni el tiempo se podía curar.
-Katniss,
Katniss. Escúchame, los sacaremos con vida de ahí a cualquier costo ¿entiendes?
Haremos lo que sea para sacarlos de ahí.
(* * *)
Me
despierto en una habitación desconocida. No sé dónde estoy, pero jamás había
estado en este lugar. Poco a poco me levanto pero la cabeza me da vueltas y
permanezco sentada en la cama. ¿Qué ha pasado? No recuerdo nada. Consigo
levantarme poco a poco y camino por la lujosa habitación hasta la puerta. Entonces
me doy cuenta de que está cerrada. «Estoy encerrada, encerrada y desconcertada»
Pienso. Entonces decido esperar a que alguien venga a explicarme lo que sucede.
Pero no viene nadie.
Al
cabo de un rato, oigo el sonido de unos pasos que vienen hacia la habitación.
Me abre la puerta un hombre de traje blanco que de algún modo se me hace
familiar. Y me doy cuenta de que es un agente de la paz. Me lleva a una amplia
sala con más chicos allí, entre ellos mi hermano. Me encuentro confundida ¿Qué
rayos sucede aquí? Nos reúnen a todos y una mujer llamada Ressa (es un nombre en
verdad muy raro, se escribe R-e-s-s-a, pero se pronuncia Rissah) y comienza a
explicarnos que era lo que sucede.
Estoy
en los juegos del hambre, con hijos de otros vencedores.
Luego
nos explican que mañana haremos las entrevistas y luego nos darán una semana
entera para practicar para los juegos. Todo es tal y como me lo habían contado
mis padres... ni siquiera lo dudo ni un segundo y voy corriendo hasta mi
hermano, pero no me lo permiten y me llevan por la fuerza a mi habitación.
No
me puedo creer lo que está pasando, pero con el paso de las horas, me convenzo
de que esto no es una pesadilla. En realidad estoy en los juegos del hambre. En
realidad está Will aquí. Will. Mi hermano. Tengo que sacarlo de aquí. Voy a
sacarlo de aquí.
Decido
dormir, ya que es lo único que puedo hacer.
Cuando
me despiertan, una mujer me lleva hasta una enorme sala llena de cosas para
belleza y eso. Lo primero que hace es darme un buen baño con un estropajo de
duras cerdas. La piel me queda rojiza por un rato pero luego vuelve a su pálido
color normal. También afeita mi cuerpo y corta y pinta mis uñas.
Al
final de la tarde acabo muy guapa. Tras un: “espera aquí”, la mujer sale de la
sala quedándome yo sola. Me siento en una butaca mientras miro hacia el reloj
que hay pegado a la pared. Después de unos diez minutos, la mujer regresa, esta
vez, trae una bolsa grande y negra con ella. La miro curiosa durante un
instante y luego pregunto:
-¿Qué
es?
Ella
no responde, se limita a sacar de la bolsa su contenido: Un hermoso vestido
largo color rojo cuello halter, con vuelos y escote en la espalda. Sin duda es
hermoso, y es para mí. No suelo usar vestidos más que para acompañar a mi madre
a una de sus giras de Sinsajo que da varias veces al año, pero este tengo que
usarlo aunque no quiera. La mujer se acerca a mí y me lo pone con cuidado. No
me permite verme al espejo al menos hasta que termina de hacerme una trenza
como la que llevo mi madre en la cosecha que la tía Prim salió elegida. Cuando
me permite verme al espejo y yo me veo, quedo boquiabierta. Me veo en verdad
hermosa. No me pusieron pintura ni nada, solo el vestido y el peinado, y me veo
hermosa.
No
soy guapa. No soy bella. Resplandezco como el sol.
Me
llevan a un lugar donde están todos los demás tributos. Todos están formados en
fila, esperando a que inicie su entrevista, aunque ni se han prendido las luces
del escenario. Al parecer soy la última en llegar. Hasta mi hermano está aquí.
Me hace gestos con una mano para ir hacia él, y yo voy. Los tributos estamos
acomodados por un orden iniciando por el Distrito 1 y finalizando en el 13, que
también participa este año. Primer va formada la chica del Distrito y luego el
chico. Soy una de las últimas. Menos mal.
Las
luces del escenario se encienden y dejan ver a Asrield sentado en una de las
dos sillas que hay en el escenario. Se lleva el micrófono a la boca y después
de hacer unas cuantas bromas, dice:
-Y,
ahora con ustedes, nuestro primer tributo de la noche: ¡Imerald!
Imerald,
la esmeralda. Esa verde piedra valiosa y preciosa. ¿A todos los del 1 les ponen
nombre así, de piedras y cosas caras y preciosas?
No
presto mucha atención a su entrevista ni a la de los otros seis tributos, pero
cuando llega la entrevista del chico del 4, esa sí que capta mi atención. El
chico se me hace familiar.
-Y
ahora con ustedes. El chico que todos estaban esperando, ¡Finnick!-. Grita
Asrield. Entonces entra en el escenario un chico alto y rubio y se sienta en la
silla junto a la de Asrield. Veo como la multitud ruge y grita su nombre
(bueno, solo las mujeres)- Un placer Finnick, ¿cómo te sientes?
-¿Qué
cómo me siento? Nos secuestraron para enviarnos a unos malditos Juegos de
Muerte, ¿Cómo crees que me voy a sentir? Obviamente nada bien.- Contesta.
-Ah,
okey. Bueno, eres muy joven, tan solo diez y nueve años, y muy apuesto. Alto,
rubio, y esos penetrantes ojos verde mar como los que solía tener tu padre
antes de… bueno, has de tener a todas las chicas de tu distrito tras de ti, ¿o
me equivoco?
-Eso
a ti no te importa.
-Bueno,
bueno. Tu padre caía mucho mejor, ¿sabes? Pero ahora está muerto-. El
comentario no le sienta nada bien a Finnick.
-¿Te
digo algo? Yo soy bueno, con gente que me cae bien y no me envía a juegos de
muerte, a mi futura destrucción-. Responde de mala gana.
-Oh.
Está bien, está bien, basta de tantas preguntas bobas. Ahora sí, ¿Qué planeas
hacer para los juegos?
-Sabrás
Asrield. Tenía planeado esconderme, y esperar a que todo esto acabará, a que
los juegos acabarán. Pero me di cuenta de que una amiga mía, está en los Juegos
del Hambre también, haré lo que sea para ayudarla, aunque ella no lo quiera.
-Oh,
que romántico, podríamos saber nosotros de quien se trata querido Finnick.
¿Quién es esa, “misteriosa” amada tuya?, ¿de qué distrito?
-No
creo que sea de tu incumbencia, pero al fin y al cabo, no podrían hacernos daño
ni aunque sobreviviéramos, porque estoy seguro de que ella no quiere eso.
Sobrevivir.
-Oh,
bueno, no me digas pero lo descubriré en las arenas. Aunque ya me he dado una
idea de quién es. Y bueno Finnick, se nos ha acabado el tiempo. Buena suerte.
No
sé quién es, pero recuerdo que una vez mi madre me contó sobre un amigo suyo
llamado: Finnick Odair. Seguro que es su hijo. Porque su madre es Annie Cresta
y lleva ambos apellidos, Odair y Cresta. Finnick Odair Cresta.
-Y
ahora con ustedes, del distrito 5, ¡Gael!-. Entra al escenario un chico de
cabello café muy claro y se sienta junto a Asrield. Hablan un buen rato de su
vida y hacen algunas bromas, y luego Asrield, aún sonriente, dice -: Oh, pero
que chico tan simpático. Seguro ya hay una larga fila de patrocinadores
esperando por ti, apuesto a que llegarás muy lejos en los juegos.
Y
Gael responde:
-Y
no solo eso Asrield, ganaré. Te apuesto a que la siguiente vez que nos veamos
será en la Gira de la Victoria. La verdad espero con ansias los Juegos, me
encantaría matar a un par de tributos. En serio espero que el Sinsajo vea esto porque
va a sufrir cuando corte el cuello de su adorada hijita Kayla. Y la verdad no
le perdonaré la vida ni aunque me ruegue.
¿Qué
le ruegue? ¡Idiota! ¡No te rogaré ni en un millón de años!
-Bueno
Gael, se nos ha acabado el tiempo, pero te deseo una muy, muy buena suerte en
los Juegos-. Gael se despide de Asrield y luego se va.
Dan
paso al tributo siguiente, y al siguiente, y al siguiente… varios tributos
rogaban y lloraban para que les devolvieran a casa, otros pedían los juegos ahora
mismo, había varios tributos que se mostraban en desacuerdo con los Juegos pero
no lloraban). Cuando los veía me pasaba por la cabeza cuál sería su estrategia.
A veces me llegaba a la cabeza la idea de que algunos querían hacerse los
débiles, y tal vez no me equivoque, pero quien sabe, al fin y al cabo, nada
cambia: sospecha de todos, en nadie confíes.
No
me llama la atención ninguna otra entrevista, (bueno, solo una, pero porque la
niña tenía como 12 años, pero lloraba para que la devolvieran a casa), porque
casi todas son como algo repetitivo: pocos lloriqueos, vítores a los Juegos del
Hambre y unos pocos tributos que, se podría decir que no estaban a favor, pero
en fin, lo mismo… Mi turno llegó más rápido de lo que esperaba. Claro, cuando
quieres que el tiempo pase rápido lo hace muy lento, y cuando quieres que vaya
lento, se te hace muy poco rato.
-Y
ahora, con ustedes, lo más esperado de la noche. La pequeña ¡Chica en Llamas!-.
Grita Asrield. Entro en el escenario ignorando al público como si fuera
inferior a mí y luego tomo asiento en mi lugar. Asrield se sienta junto a mí.-
Oh, hola Kayla. Me alegra verte, ¿Cómo estás?
-Oh,
muy bien considerando que me enviarás a unas arenas donde tendré que luchar a
muerte para sobrevivir. ¿Te parece que me sentiré bien por eso? ¿Por matar
gente y hacer sufrir a sus parientes?
-Bueno,
francamente Kayla, me da igual cómo te sientas al asesinar a alguien, solo
queremos un buen show. Así somos. Pero, prosigamos. Dime, ¿Qué opinas sobre la
participación de Will en los juegos?
-¿Qué
que opino? ¡Tiene cinco años! Ni si quiera sabe qué demonios son los Juegos del
Hambre. ¡Es un niño! Y ustedes lo mandan a participar a unos juegos donde
podría perder la vida. Dentro de una semana estará en las arenas con veinticinco
tributos más que buscan su sangre. ¡Entre ellos su hermana!
-Guau.
Eres idéntica a tu madre. El mismo genio de ella. Eso sí, Katniss Everdeen se
portó más gentil en las entrevistas.
-El
fuego se propaga, ¿sabes? Deberías tener cuidado, porque yo también puedo acabar
con tu queridísimo Capitolio en cuestión de segundos. Y créeme que un truco de
vallas no sería mala idea.
-Oh,
que susto. Y, ¿Qué vas a hacer Kayla?, ¿ordenarás que me maten?
-Bueno,
no es mala idea. Pero tranquilo, yo misma me encargaré de que tu muerte sea
rápida. Una flecha de mi carcaj en tu pecho. No le daría a nadie más el lujo de
acabar con tu vida, eso me lo merezco yo.
-Guau,
con esas palabras sí que le sacarías un susto al miedo. Pero, hablemos de los
Juegos del Hambre. ¿Qué harás respecto a tu hermano, intentarás protegerlo?
-Esa
respuesta es obvia. Pero por supuesto, es mi hermano menor. ¡No lo dejaré solo!
Lo sacaré con vida-. Justo cuando me levante para salir del escenario, sonó el
zumbido que marcaba el final de mi entrevista.
Entonces,
Asrield suelta un: “Justo a tiempo”
-Bueno,
bueno, continuemos. Ahora, el pequeño, ¡Will Mellark!-. Cuando oigo su nombre,
me detengo inmediatamente y me quedo mirando desde donde estoy como mi pequeño
hermano entra en el escenario y se sienta junto a Asrield.
Will
va vestido con un esmoquin blanco como la nieve con una rosa roja en el
bolsillo de su chaqué. Pero no una rosa de esas apestosas alteradas por el
Capitolio, sino una rosa roja fresca y natural, sin nada de alteraciones ni
nada de eso.
-Hola
Asrield-. Saluda Will amablemente. Toda la audiencia lo mira maravillado.
-Oh,
pero que pequeño tan simpático eres Will. ¿A que sí queridos amigos?-. Pregunta
mirando hacia el público, que grita “Sí” alto y fuerte.- Bueno Will, ¿Sabes
para qué has venido aquí?
-Bueno,
la verdad es que no Asrield. Sólo sé que hemos venido para jugar un juego muy
divertido.
-Oh,
sí, muy divertido en verdad Will. ¿Crees poder ganar?
-Bueno,
no lo sé. En casa jugaba mucho con mi hermanita a las escondidas. Pero siempre
me encontraba, aunque ahora le voy a ganar.
«Oh
Will. Si supieras en verdad lo que son los Juegos del Hambre.» Pienso.
-Oh,
tu hermana. Háblame de ella, ¿Qué le gusta hacer?
-Bueno,
le gusta mucho tocar el piano, y lo hace muy bien. También le fascina pintar,
(cosa que hace fantásticamente) y le encanta cantar. ¿Te cuento un secreto?-.
Dice Will y Asrield asiente sonriendo mientras que el público sonríe.- Los
pájaros guardan silencio cuando ella canta-. ¿En verdad? Nunca me he dado
cuenta. No sé si tenga razón, pero siempre que mi madre canta, sí que guardan
silencio, porque ella tiene una hermosa y melodiosa voz.
-Oh,
sí, debe cantar espectacular.
-Sí,
y también le gusta ir a cazar al bosque. Una vez me llevó y me mostró un
hermoso lago. Hay una casita de hormigón hay. A veces me meto y me pongo a
jugar. Kayla me lleva varias veces al bosque, o a veces mi madre, pero aún no
me han enseñado a cazar.
El
lago. Un lugar que solo conocemos mi madre, mi padre, Will y yo. Mi madre me
contó que su padre lo descubrió hacía quién sabe cuántos años, y que ahí
pescaban. A ella le gusta mucho usar el arco, al igual que a mí. Fue mi madre
quien me enseñó a usarlo. No soy tan buena como ella, porque lleva más de
veinte años de práctica, pero lo hago muy bien.
-Está
bien. Ahora Will, cuéntame, ¿Cómo están tus padres?
-Bueno,
no lo sé, no los veo desde hace un par de días, pero mi mamá siempre estaba
feliz, también le gusta mucho ir a cazar y mi padre está siempre muy contento,
y lo que más le gusta es pintar, pinta unos cuadros espectaculares. Pinta a mi
madre, a mi hermana, a mí, a la casa. Lo pinta todo.
-¿Y
tú Will? ¿Qué nos cuentas sobre ti pequeñito?
-Bueno,
también me gusta pintar. Siempre que voy a la escuela hacemos un dibujo nuevo.
Un día dibujé un lago con un montón de cisnes y se lo regalé a mi mamá. Lo
tiene pegado en la pared de su cuarto. Y dice que pinto muy bonito. Y también
me gusta observar a mi papá hacer pan en la panadería. En algunas ocasiones le
ayudo en algo, como ponerles glaseado a algunos panes. Es muy divertido-.
Explica Will.
-Oh,
que pequeño tan simpático, pero bueno Will, se nos ha acabado el tiempo. Te veo
pronto-. Dice Asrield.
-Adiós
Asrield. Un placer conocerte-. Dice Will mientras se levanta y sale del
escenario. Cuando me voy a acercar a él, veo como me toman por los brazos y me
llevan a mi habitación.
Encerrada
otra vez. Odio esto. Estar encerrada. Aunque sea una enorme habitación, detesto
estar encerrada. Como no tengo nada que hacer, me pongo a ver las entrevistas,
que ya están al aire. Cuando me veo ahí, respondiendo como respondí, solo
siento una cosa: felicidad. Estoy orgullosa de cómo actúe esta noche y no me
arrepiento de nada. Cuando veo la entrevista de Will, me pongo muy atenta. Su
voz resuena en mi cabeza una y otra vez. Se porta muy dulce y amable.
Seguramente que se ganó el corazón del público. Y patrocinadores.
Entonces
me doy cuenta de lo que hice. Aparte a los patrocinadores. Ahora salvar a Will
será más difícil de lo que por sí ya sabía que era.
«¿En
qué demonios estaba pensando?, ¿qué pasaba por mi cabeza en ese instante? Sí
que eres una idiota Kayla. ¡Una gran IDIOTA!» Me grito para mis adentros.
Cuando
volteo a ver el reloj en la pared, me doy cuenta de que ya es tarde, así que
apago el televisor, me pongo pijama y decido dormirme, sabiendo que lo que he
hecho no se puede remediar, y que eso es suficiente castigo. Y las pesadillas
me acompañan esta noche.
(* * *)
Cuando me despiertan, no son más de las nueve. Alguien entra
en mi habitación, deja caer un traje en la cama y dice que tengo treinta
minutos para arreglarme y bajar a entrenar. Primero me doy un buen baño y luego
comienzo a vestirme. El traje consiste en una camiseta negra de tirantes, unos
capri del mismo color de la camisa y unas deportivas por debajo del tobillo en
un color blanco hueso.
Las salas de entrenamiento están bajo el nivel del piso del
edificio. Entro en el ascensor. Es amplio y de cristal. El trayecto dura menos
de cuarenta y cinco segundos. Cuando las puertas se abren, me encuentro con un
enorme gimnasio lleno de armas, pistas de obstáculos y puestos que te enseñan
cosas esenciales para sobrevivir.
Los tributos están esparcidos por todas partes, y todos
ellos me observan raros. ¿Habré llegado tarde? Aún no son las diez. Y, a esa
hora inician los entrenamientos. Un chico se me acerca, y me dice:
-Hola Kayla. Soy Finnick. Distrito 4-. Sé quién es él antes
de que me diga su nombre. No lo conozco, pero su entrevista me llamó mucho la
atención. Fue uno de los pocos tributos de los que le dijimos a Asrield un
montón de cosas sobre los juegos.
-Sí. Te vi en las entrevistas-. Me mira sonriendo, y un poco
de sorpresa al oír mi respuesta. Tal vez creía que ni siquiera lo note. Hago
una pausa y continúo -: Disculpa, pero tengo que hallar a mi hermano.
-Oh, por Will no te preocupes. Lleva veinte minutos
(exactamente el mismo tiempo que llevamos entrenando) en el puesto de
camuflaje. Es muy bueno-. Pero claro que lo es.
Es muy bueno con todo lo que
tenga que ver con pintura. Volteo hacia el puesto de camuflaje y veo que
Finnick no miente, Will está allá.
-Will-. Mi voz es apenas un susurro. Me acerco hasta allá y
lo abrazo. No había podido abrazarlo desde hace como dos días. No me lo
permitían.
-Hola Kayla. No te veía desde hace días. ¿Sí viste a la
gente que nos miraba ayer desde el escenario? Se veían muy feos con esas
horrorosa y enormes pelucas y sus pieles de colores con piedras incrustadas.
-Así es la gente del Capitolio Will. Siempre atenta a las
tendencias de la moda monstruo-. Oigo a una voz decir.
Me vuelvo, y es Finnick. Por un momento me pierdo en sus bellos y penetrantes ojos verde mar pero vuelvo
a la realidad cuando Will me jala de la mano pidiéndome y, a Finnick también
que veamos lo que hace.
Se acerca a un árbol y coloca su mano en él. Está parece
desaparecer cuando él la pone sobre el tronco. Ni siquiera note que estaba
pintado. Creo que estaba tan feliz de poder abrazarlo que no preste atención a
nada más. Finnick lo mira sonriendo, igual que yo. Luego, Finnick felicita a
Will y yo me acerco hasta ellos.
-Oh, pero mira quién es. Kayla Mellark. Hola preciosa-. Me
vuelvo y me encuentro con Gael. El chico que dijo que iba ir por mí en las
arenas.- Buena entrevista la de ayer. Al menos no pareciste tan débil como lo
eres.
-¡No lo soy idiota!-. Su comentario me molesta. ¡No soy
débil! Doy media vuelta, a punto de irme pero, antes de hacerlo Gael toma mi
brazo derecho y lo aprieta con fuerza. Entonces Finnick se levanta y va hacia
mí.
-Suéltala Gael-. Pero Gael hace caso omiso a la orden de
Finnick y aprieta más fuerte.
Es entonces cuando le doy un codazo en el pulmón izquierdo y
le saco el aire. Entonces me suelta y sé que le ha dolido. Cuando recupera el
aliento, se acerca hasta mí pero Finnick lo intercepta e inician una pelea.
Inmediatamente llegan hombres vestidos de negro a separarlos. A Gael se lo
llevan lejos de nosotros, pero antes de irse, me susurra:
-En las arenas preciosa. Cuando no este tu enamorado aquí.
¿Enamorado?, ¿lo dice por Finnick? Él no es mi enamorado. Apenas
lo conozco. Y el a mí, creo. Además, estamos en los Juegos del Hambre, nadie
tiene cabeza para pensar en el amor, es más no tiene cabeza para pensar en nada
que no sean las arenas y una estrategia para salvarse. ¡Finnick no es mi
enamorado! De alguna manera, me molesta que piense eso, él y cualquier persona,
porque, ¿cómo podría pensar en eso estando en los Juegos del Hambre?
-¿Estás bien?-. Me pregunta Finnick algo preocupado. Lo miro
a los ojos molesta. Sé que debería agradecerle pero, ahora por mi culpa Finnick
se ha ganado un enemigo- Oye, si es por lo de Gael, lo siento, pero tenía que
protegerte, no iba a dejar que te lastimará.
Bueno, ahora sé que las intenciones de Finnick eran buenas,
pero no puedo evitar querer meterle un golpe en la nariz por lo que hizo. Por
un lado es bueno, por otro malo. Dejo de darle vueltas al asunto y decido
perdonar a Finnick. Volvemos con Will, que ya se aburrió de pintarse la mano y
Finnick se ofrece a enseñarle a hacer nudos. Will acepta feliz, porque no sabe,
y nos jala a Finnick y a mí hasta el puesto de nudos. Finnick se sienta junto a
Will y comienza a enseñarle a hacer nudos, yo me quedo junto a ellos. Finalmente
Will termina su primer nudo y sigue, y sigue, y sigue… Después de un rato, ya
ha hecho varios nudos, aunque no tantos como Finnick. Obvio, es del 4, debe
saber de nudos y eso.
Comienzo a pasearme por todo el gimnasio en busca de que
usar.
Me topo con el puesto de cuchillos. Soy buena lanzándolos,
pero en combate cuerpo a cuerpo, estoy muerta. Agarro un cuchillo al azar y me
coloco en posición, luego lo lanzo hacia el maniquí frente a mí y veo que le da
en el estómago. Como antes dije, no es mi fuerte, pero eso es un golpe mortal,
si no se atiende a tiempo, claro. Una chica se acerca al puesto donde yo estoy
y toma un cuchillo con una cruel hoja curva y un mango de plástico con
empuñadura. La hoja es muy delgada, capaz de cortarte con un simple rozón en la
piel. Sé quién es ella. Ailar, del 4.
-¿Quieres practicar?- Me pregunta. Niego con la cabeza. Ella
sonríe y se coloca en una pequeña plataforma de metal donde comienza a
practicar combate cuerpo a cuerpo con el experto del puesto.
Es muy buena en eso. Veo cómo se mueve y anticipa el
movimiento de su oponente, esquivando cualquier golpe que él intente hacia
ella. Al final, tiene al experto contra el suelo. Ailar ha ganado. Ni un solo
rasguño, a diferencia del experto, claro, no está sangrado pero lleva las
marcas de las uñas de Ailar en su brazo izquierdo. Ella se disculpa por lo de
las uñas ya que fue un error y luego se va. No muestra aire de superioridad ni
nada. Bueno, al menos tengo la ventaja de saber que será un peligro para mí en
los juegos, y tendré la precaución de mantenerme alejada de ella. La recuerdo
porque creo que fue ella quien le grito “pedazo de idiota” a Asrield en su
entrevista. No, no creo, estoy segura de eso. Los profesionales se acercan a
ella y se ponen a hablarle de no sé qué cosa. Mientras tanto, Ailar juega con
su rubio cabello sonriendo, no es una sonrisa coqueta, sino amenazadora, pero
no hacía mí, sino a los profesionales. Seguro que los odia, aunque no sé muy
bien porque. Mientras Ailar le contesta al chico que le estaba hablando, noto
que inmediatamente se le iluminan los ojos azules, y el chico pone cara de
molesto. Ahora sé que era lo que le estaba diciendo el chico. Le estaba
proponiendo unirse a los profesionales. Y ella lo rechazo. Bueno, yo también lo
haría ya que las alianzas se rompen en cualquier momento, y no se sabe si habrá
un traidor en ella.
-Inteligente, ¿no? Ailar es muy lista. La determinación con
la que hace las cosas es muy impresionante. Siempre piensa antes de actuar.
Seguro llegará lejos en los juegos-. No necesito voltearme para saber quién
habla. Es Finnick.
-¿La conoces?
-Sí, iba conmigo en la escuela. Varias veces le ayude para
hacerle alguna que otra broma a los maestros o a algunos compañeros. Ailar nunca
dejaba huella o un cabo suelto-. Traducción: es astuta e inteligente, no la
subestimes.- Créeme, no querrás tenerla de enemiga-. No quiero.
Le propongo a Finnick ir al puesto de tridente, y él acepta
sonriente. Siendo del 4, el tridente debe ser un arma que usa desde muy
pequeño.
Cuando llegamos allá, Finnick elige un tridente casi de su
altura, negro y muy filoso. Luego lo lanza, y da en el corazón del maniquí. Lo
intenta varias veces más hasta que se cansa, y es entonces cuando vamos con
Will, que sigue en el puesto de hacer nudos. Al final decide parar porque las
manos le duelen, y están algo rojas.
-¿Podemos comer algo? Las tripas me gruñen- Dice Will-.
Además, ya es hora-. Vemos que los tributos ya empiezan a elegir comida. Finnick
sigue practicando con el tridente y dice que nos alcanza en un rato.
Tomamos unas bandejas metálicas y luego elegimos comida de
los carros que rodean la habitación. Nos sentamos en una mesa vacía y nos
ponemos a comer. Mientras yo apenas me he acabado un cuarto de mi comida, Will
ya se ha acabado más de la mitad del plato, y cuando termina, queda satisfecho
y se va al puesto de hacer fuego. Después de un rato, llega Finnick con una
bandeja llena de comida y se sienta junto a mí.
Cuando acabamos de comer, Finnick y yo vamos al puesto donde
aprendes que cosas del bosque puedes comer y cuáles no. Sé un poco de esto
porque mi madre me lo enseñó de un libro de medicina que solía ser de su madre.
Mi madre y su padre le fueron añadiendo más cosas al libro conforme iban
aprendiendo. Vaya, que bueno que decidió enseñarme de esto, porque seguro que
lo necesitaré durante los juegos. A Finnick no se le hace tan fácil, creo que
nunca había estudiado de plantas, bueno, tal vez nunca creyó necesitarlo. Ayudo
a Finnick durante un rato, y luego él se queda solo en el puesto mientras yo me
voy a otro lado. Veo de todo en el gimnasio. Hay muchas cosas esenciales y
armas mortales, pero no hay ninguna de fuego, bueno, quieren que nuestras
muertes sean lentas y dolorosas, no rápidas e indoloras. Nunca hay armas de
fuego en los Juegos del Hambre.
Sigo recorriendo el gimnasio y me paro al ver una gran
cuerda que cuelga del techo. Le echo una mirada. Seguro que la puedo subir.
Comienzo a trepar y trepar, pero en algún momento me desconcentro y caigo. Me golpeo
la espalda. ¡Qué suerte! Nadie lo vio. Nadie excepto Finnick, que se acerca
caminando hacia mí y me ofrece su mano para ayudarme. La tomo y me levanto.
-¿Te encuentras bien?-. Me pregunta sonriendo. Pero no
sonrisa de burla.
-Claro, claro Finnick. Que suerte que solo lo hayas visto
tú-. Por alguna extraña razón, confío más en él que cualquiera aquí. (Sin
contar a Will, claro).
Finnick sonríe y luego comienza a trepar la cuerda con
facilidad, llega hasta el final, y luego baja con cuidado.
-Recuerda. Sin miedo-. Dice y yo lo intento.
«Sin miedo» Repito en mi mente mientras subo, como si fueran
las palabras que me dan fuerza para continuar.
¡Sí! Lo logro. Bajo con cuidado y Finnick me felicita, yo
sonrío y luego me abraza. No sé porque, pero, me siento segura en sus brazos,
por un momento olvido donde estoy y mi miedo, pero esos sentimientos vuelven
cuando Finnick se separa de mí.
-Bueno, ¿qué te parece si vamos al puesto de tiro con arco?
Quiero ver tu habilidad-. Dice Finnick. Acepto.
Tenía planeado usar eso como mi
habilidad en la sesión privada con los Vigilantes, pero, llevo todo el día
queriéndole poner las manos encima a esas armas, y además, quiero probarle a
Gael que no soy débil, porque tengo la sospecha de que no se convenció del todo
con el codazo que le di en el pulmón.
Le echo una mirada a los arcos: hay de madera, metal,
incluso oro… elijo uno de metal (porque seguro de esos habrá en la Cornucopia)
y un carcaj con flechas a juego. El arco está un poco pesado, pero no lo
suficiente como para que no pueda sostenerlo bien. Tenso la cuerda y coloco una
flecha en el arco. Luego la lanzo. Da en el corazón. Sé que debería
sorprenderme tanto como a Finnick, pero no lo hace. Llevo tanto tiempo
practicado y dando en el blanco a animales de verdad que lanzarle flechas a un
maniquí es demasiado fácil.
-Esto es fácil Finnick, ¿por qué aprender algo que ya sé?
-Espera, tengo una idea-. Dice él mientras toma un bote
lleno con pajaritos de utilería.-Yo los lanzo, tú los atraviesas, ¿vale?-.
Asiento.
Finnick comienza a lanzar los pájaros y yo lanzo las flechas
atravesándolos. No es tan difícil. Claro, después de siete años de práctica con
el arco, esto ya es fácil. Las flechas del carcaj se acaban y Finnick deja de
lanzar pájaros. Entonces me doy cuenta de que todos los tributos están en un
círculo a mí al rededor. Creo que Finnick ya lo sabía, porque él no los mira
sorprendido como yo, que estoy con los ojos abiertos como platos. Me doy cuenta
de que todos los Vigilantes miran hacia acá, el Vigilante Jefe parece
especialmente impresionado. Tiene el cabello negro brillante y los ojos grises
como si les hubieran chupado el color.
Me mira sorprendido, y sonriente. Intento averiguar lo que piensa pero al final
me doy por vencida. Me doy cuenta de que Finnick me felicita, y todos los
tributos aún me miran. Entre todos veo a Gael, que viene hacia acá, pero una
chica de cabello castaño, lo detiene y él se queda ahí. La miro por un momento
y, después de unos segundos, ya sé quién es. Es Rosalie, del Distrito 3. Creo
que a ella le gusta Gael. No, no quiero, estoy segura de eso. Lo noto por la
forma en que le sonríe, y la forma coqueta en que le habla mientras lo hace
permanecer parado.
Después de un rato, todos los tributos se van.
-Bueno, con esa actuación, todos te querrán de aliada.
Querrán tu habilidad, incluso querrán ser tú-. Me da risa la forma en que
Finnick bromea, ha logrado sacarme una sonrisa. La primera desde que estoy
aquí. Es un hecho, Finnick me agrada.
Le echo una disimulada mirada a Gael y me doy cuenta de que
ya ni siquiera voltea para acá, sino que está entretenido hablando con Rosalie.
Seguro que ellos se aliarán, es el primer día y ella confía en él al cien por
cien. Es bueno. Para Gael, al menos tendrá a alguien que cuide de él cuando lo
necesite durante los juegos. Veo que él me echa una miradita, y que es de odio,
mejor dicho, de advertencia. Una mirada malévola. «Cuídate preciosa. En las
arenas iré por ti» Creo que eso es lo que me dice. No hago nada más que
voltearme.
No me había dado cuenta de que Finnick me estaba hablando. Y
sigue hablando, pero no presto, atención aunque simulo todo lo contrario. Estoy
demasiado metida en mis pensamientos como para prestar atención a lo que sea.
En mi cabeza solo caben tres cosas: una, pensar en una estrategia para salvar a
Will; dos, pensar en cómo estará todo en los Distritos ahora que los juegos han
regresado; y tres, pensar en qué tipo de peligros habrá en la arena. Seguro que
los peligros son peores que los de los últimos juegos, los Setenta y cinco
Juegos del Hambre, o el tercer Vasallaje de los Veinticinco. Me imagino en un
lugar selvático rodeada de unos chimpancés carnívoros, o de insectos con
enormes pinzas, o charlajos. También me veo en una gran montaña nevada con
pequeñas ardillas doradas y carnívoras, hermosas flores venenosas y unos
pájaros rosa chillón con enormes picos atraviesa cuellos.
Todos esos peligros los vi en algunos filmes de los
Cincuenta y Setenta y cinco Juegos del Hambre. Ahora me imagino todo eso
mezclado en un solo animal que aguarda por mí en las arenas, esperando el
momento oportuno para atacar.
Durante los siguientes tres días, me la paso vagando por
todo el gimnasio, entrenando con arcos y cuchillos, aprendiendo a hacer
anzuelos, sobre plantas, camuflaje… Finnick casi no se separó de mí, aunque
creí que iba a hacerlo cuando los profesionales le propusieron unirse a ellos,
y Finnick rechazó la propuesta. Algunos tributos ayudaron a Will en veces, como
Ailar, que le enseñó a hacer anzuelos, o Vyolett, que le ayudaba a escalar
árboles mientras yo me la pasaba sentada con la mente perdida tratando de
averiguar qué demonios pensaba el Vigilante Jefe que no dejaba de vigilarme. A
Finnick le preocupaba un poco mi estado de, digamos “perdida en otro mundo” ya
que a veces me quedaba parada ignorándolo todo, aunque claro, al final se dio
cuenta de que mis pensamientos formaban una barrera entre la realidad y yo y
por eso me perdía a veces. Aun así, él no se separó de mí. Como no dejaba de
perseguirme (no sé si por miedo a que Gael me hiriera o porque temía que los
Vigilantes me llevaran) y no entrenar, me tenía que inventar algunas
mentirillas para que entrenará. Al final, si terminó entrenando un poco, y
varios tributos propusieron ayudarnos en algo, (no sé aún porque), Vyolett ayudó a Finnick con las hachas y
algunas trampas, y Peter, que me enseñó algunas otras trampas, como esa que te
deja colgando de un árbol. Varias veces me pregunté porque nos ayudaban, pero
al final, me limite a aceptar su ayuda. Fue Will quien más aprendió: hacer
trampas, nudos, anzuelos… Aprendimos todo lo que pudimos, aunque, aun así, sigo
preocupada, nunca se aprende lo suficiente, y ahora mi mayor preocupación es
que en poco tiempo iremos a las arenas.
(* * *)
Los tributos estamos en una sala donde esperaremos a que
llegue nuestro turno para la sesión privada con los Vigilantes.
Es mi oportunidad. Esta es mi oportunidad de sacar una alta
calificación e impresionar a los patrocinadores porque, vamos, nadie querrá
patrocinar a una chica furiosa que no tiene fuerza. Apenas inician a llamar a
los tributos, primero van las chicas, veo que Imerald, la del 1, apenas va
entrando en la sala donde están los Vigilantes.
Veo a los demás tributos: muchos tranquilos, otros nerviosos
y otros ni siquiera se preocupan, ya que han perdido la esperanza. Finnick está
a mi lado, y Will también.
-Bueno, ¿y qué hacemos aquí?-. Pregunta Will.
-Bueno, verás, cuando digan tu nombre, entrarás allí, y
habrá varias personas vestidas de blanco que te observarán, puedes pintarte la
mano y mostrarles que tan bueno eres camuflándote. Eso es todo, Will-. Le contesto.
Will se queda pensando, sobre cómo podrá camuflarse, y veo
que Finnick también anda en las mismas, solo que él no va a camuflarse, quizá use
su habilidad con el tridente, o ate nudos, o algo más que no me haya mostrado
que sabe hacer…
Mientras Finnick piensa, yo intento averiguar que piensan
hacer los demás tributos, qué habilidad le mostrarán a los Vigilantes. Mientras
más pienso, veo que comienza a dolerme la cabeza, y que todos los tributos me
observan, y veo porque: tengo las manos apretando mi cabeza con fuerza.
-¿Estás bien?-. Pregunta Finnick.
-Sí, solo que, no sé qué les mostraré allí dentro.
-No creas que eres la única Kayla. Yo ando en las mismas, no
sé ni que les mostraré. Por lo menos tengo la ventaja de ser uno de los
primeros tributos que entrará, no estarán tan aburridos, y con suerte me
otorgarán un ocho-. Ríe Finnick, y veo que lo dice en serio.
Aj, él tiene razón. ¡Siempre tiene la razón! Sé que tengo
problemas, graves, graves, graves problemas, soy una de los últimos tributos
que pasarán a mostrarle sus habilidades a los Vigilantes, estarán aburridos y
querrán irse a casa, seguro que ni siquiera la mitad de ellos me estará observando.
Vaya que sacar a Will de las arenas, será muchísimo más dificil de lo que yo
creí. Dificil pero no imposible.
Me pasan por el cerebro cientos de imágenes de mí cazando en
el bosque, haciendo trampas… soy muy hábil, pero eso, ya lo he mostrado en los
entrenamientos, ¿a quién diablos le sorprendería verme haciendo algo que yo ya
he mostrado?
Entonces, pienso en que harán las demás chicas. Me las
imagino bailándoles a los Vigilantes en un tubo casi sin ropa. ¿Harán eso? A
los Vigilantes solo les interesa una cosa en los tributos: carácter. Y vaya que
se debe tener demasiado carácter para que ellas hagan eso que estoy pensando.
Es una idea ridícula, y no sacarían más de un ocho, ya que la mitad de los
Vigilantes son mujeres, pero, sacarían una calificación que las marcaría como
profesionales.
Por un lado, sacar una mala calificación está mal, muy mal,
porque ahuyentan a los posibles patrocinadores y tienen menores posibilidades
de sobrevivir, pero, por otro lado, si sacas una muy alta calificación, tendrás
a todos los tributos detrás de ti como perritos falderos. Es obvio que ambas
opciones tienen un lado malo y un lado bueno. El lado bueno de que te saques
una baja calificación, es que ningún tributo te prestará atención, aunque no lo
tienes garantizado, la mala, que ahuyentas a los posibles patrocinadores.
<<¿Qué voy a hacer? ¿Qué cosa puede impresionar a los
Vigilantes?>> Pienso.
Me quedo con los ojos perdidos mientras pienso.
¡Es imposible! ¡Imposible pensar en qué demonios le puedo
mostrar a los Vigilantes! Podría usar los cuchillos, ¡pero soy un asco con
ellos! Podría mostrarles lo mucho que sé sobre plantas, hacer fuego o hacer
trampas ¡pero ya se los he mostrado a ellos en los entrenamientos! Estoy
perdida sin duda. Mi única alternativa sería bailarles. Pero no lo haré. Porque
me queda la suficiente sensatez como para no hacer eso, además, nadie en su
sano juicio (excepto las que desesperadamente desean sacar una alta
calificación con los Vigilantes) haría eso. ¿O sí?
Oh, no te esfuerces demasiado, más preocúpate por que mañana
inician los juegos-. Oigo a Finnick decir.
¡Los juegos! Ya se me había olvidado, aunque a eso le restó
importancia en este momento y me pongo a pensar en qué demonios haré mañana,
porque no puedo quedarme a pelear en la Cornucopia y dejar a Will sin
protección, obviamente, eso no es una opción para mí si deseo sacarlos de la
arena con vida. Tengo que pensar en un plan bien detallado, no tengo muchas
opciones.
Opción uno: Meterme en la Cornucopia, luchar por unas
cuantas cosas e ir con Will, que ya estará o asustado por lo que ve, o muerto
por culpa de mía.
Opción dos: Ir corriendo por mi hermano sin tener nada con
que defendernos o alimentarnos y luego buscar a Finnick para que nos ayude.
Opción tres: Atravesar la Cornucopia, tomar lo primero que
vea (por más mínimo que sea) e ir con Will e irme con él en brazos camino al
bosque.
Opto por la opción tres, no me metería a luchar en la
Cornucopia y dejar a Will a su suerte; no me atrevería a pedirle ayuda a
Finnick, considerando que seremos enemigos en los juegos, y él estará buscando
mi sangre y yo la suya; en ese caso, la opción tres me parece la mejor opción,
no le pediría ayuda a nadie, no me arriesgaría a que mi hermano muriera, y
obtendría refugio y que no apareciera mi cara o la de mi hermano en el cielo
esa noche.
Me alivia haber encontrado una solución a unos de mis
cientos de problemas; al menos, ya no tengo que preocuparme por lo que haré
mañana en la Cornucopia. Pero aún me quedan millones de problemas: qué haré
para impresionar a los Vigilantes; como me mantendré siempre tan alejada de
Gael, porque, seamos honestos: cuando la audiencia comience a aburrirse,
tendrán que encontrarles algo con que entretenerlos, y que mejor
entretenimiento que ver como se muere la hija de Katniss Everdeen: o, por lo
menos, que tanto logran herirla.
De repente, dejo de preocuparme por Will, Gael y por mí, y
comienzo a preocuparme por Finnick: ¿Qué será de él en las arenas?, ¿cuánto
sobrevivirá?, ¿y si se muere en el baño de sangre inicial?, ¿será mejor que se
muera lo antes posible, para no tener que verme en la necesidad de matarlo yo,
o será mejor que sobreviva hasta el final, porque creo que me estoy enamorando
de él?
¿Será?, ¿será que el chico del tridente, está llamando mi
atención, y quiero que sea más que mi amigo? No… ¿o sí? No… ¿o sí? No… ¡¿O sí?!
Intento encontrarle sentido a mis pensamientos, lo más seguro es que yo esté
muy agradecida con Finnick, y no quiero ser yo la que tenga que matarlo, porque
él me agrada, además, es la única persona en este mundo que le queda a su
madre: Annie Cresta. No sería tan cruel como para quitarle a Annie, que es una
vieja amiga de mis padres, todo lo que tiene. Sí, sin duda no quiero matar a
Finnick por eso. Creo que es mejor que se muera en el baño de sangre inicial…
-Finnick Odair-. Una voz robótica llama a Finnick, y veo
como se levanta de su asiento y se va hasta las puertas, preparándose para impresionar
a los Vigilantes. ¿Qué hará?
-¡Ya sé! ¡Me voy a pintar para que parezca que soy una roca!-.
Me susurra Will al oído.
¡Guau! Hasta mi hermano menor ya sabe qué hará para
impresionar a los Vigilantes, mientras que yo, que soy diez años mayor que él,
no tengo ni idea de lo que haré estando allí dentro. Tal vez debería dejarlo a
la suerte: hacer lo que sea, y que el destino elija lo mejor para mí. Sin duda,
la suerte, no ha formado parte de mi destino últimamente: estoy en los juegos
del hambre; Finnick está aquí conmigo; mi hermano participará también; y, para
colmo, no sé qué hacer para conseguir patrocinadores.
<<Bueno, acéptalo Kayla. Estás en el hoyo, en el hoyo
más profundo que existe, hundida en todos los problemas que puedes cargar, y
hasta más…>> Pienso.
Detrás de mí, oigo a un par de tributos hablando:
-Bueno, yo voy a usar el hacha.
-Oh, ni siquiera sabes cómo usarla.
-No es necesario, les mostraré que soy tan mala con el
hacha, que no tendrán que darme una alta calificación, y los demás tributos
creerán que soy una enclenque.
Nadie creería eso, la chica que habla, es Moira, la del 6,
la chica que atravesó a un maniquí con una lanza. Sé que pocos vimos eso, pero
eso de la llorica débil, no le queda a ella, además, se ve que es fuerte, nadie
le creería ese teatrito de niñita débil, ni siquiera yo.
-Bueno, creo que es una excelente estrategia Moira, pero no
te queda.
-Ya lo veremos.
Y termina su conversación. Una estrategia nada inteligente.
-Kayla Mellark-. Dice una voz robótica, media hora después
de que se fue el chico del Distrito 11.
Me levanto de mi asiento, dejando atrás a Will, con los del
Distrito 13 como su única compañía. Estoy dentro de la sala donde están los
Vigilantes, con todas las puertas cerradas, y solo ellos y yo dentro.
Bueno, hace un rato creía que solo estarían aburridos y un
poco ebrios, pero ahora veo lo equivocada que estaba: al menos, un cuarto de
ellos están super ebrios, otro cuarto de ellos, atiborrándose del gran
banquete, al menos la mitad me nota.
Inicio con algo sencillo: me pongo un rato a mostrarles lo
buena que soy haciendo trampas; les muestro como arraso en la prueba de plantas
comestibles; durante ocho minutos me dedico a golpear sacos de box hasta que
las manos me quedan rojas; fabrico algunos nudos y, al final, voy hasta el
puesto de tiro con arco.
Elijo el de metal, que es el que más usaba en los
entrenamientos, tomo el carcaj con las flechas a juego, tenso la cuerda, coloco
una flecha, apunto a mi objetivo y disparo. La flecha da justo en el corazón, y
yo sonrío, pero un cuarto de ellos ni siquiera me ha notado. Disparo unas
cuantas veces más, hasta que uno de ellos, finalmente me dice:
-Bien, señorita Everdeen. Puede retirarse.
Y me retiro.
Me siento furiosa, la mayoría de ellos me observaba, eso es
bueno, pero no estaban ni cerca de estar impresionados, y un cuarto de ellos,
bueno, eso es otra historia, estaban tan ebrios que ni siquiera me notaban
mientras cantaban esa canción de piratas. Me quito el traje de entrenamiento y
me meto en la tina durante tres horas, pensando en que odio a los Vigilantes y
que ni siquiera me hallan notado. Me pregunto si así les pasó a los últimos
doce tributos. Mi única alegría, es que estarán tan aburridos, que dudo que le
presten algo de atención a los tributos del Distrito 13, y también me alegra
que tal vez no le presten atención a mi hermano, porque si se camufla,
seguramente le darían un siete como máximo, aunque sé que los tributos no se
preocuparían, es mejor prevenir que lamentar, ¿no?
Cuando finalmente termino mi larga ducha, me pongo una bata,
me pongo el pijama, cepillo mi cabello y me lanzo a la cama mientras con el
control remoto enciendo el televisor que está pegado en la pared en frente de
mi cama. Seguramente ya estarán anunciando nuestras calificaciones en la
televisión.
No me equivoco. Veo a Asrield y Nestor, que apenas están
bromeando, antes de dar a conocer nuestras calificaciones. Así permanecen
durante diez minutos, hasta que deciden dejar de hacernos perder el tiempo, y
nos dan nuestras calificaciones, aunque solo me quedo con algunas de ellas: como
siempre, los de los Distritos 1 y 2, están en el rango de 9-10; Del Distrito 4,
Finnick ha conseguido un 10; del Distrito 5, Gael y Cristel, obtuvieron un 10; los
demás tributos, están en rango de 5-7, incluido mi hermano. Y yo, bueno, me
sorprende mi calificación: 10.
La verdad es que yo me esperaba un 9 como máximo, pero me
alegro. Sello del Capitolio, música y fin del programa.
Antes de dormirme, una voz robótica, anuncia:
-Tributos, tal vez crean que mañana iniciarían los juegos,
pero, para hacer que los recuerden, hemos decidido hacerles un desfile, para
que nadie olvide los setenta y siete juegos del hambre, ni a sus tributos.
Mañana serán recogidos a primera hora para arreglarlos, después de ese Desfile,
al día siguiente, tendrán inicio los Juegos.
Y el silencio vuelve.
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